miércoles, 22 de agosto de 2012

Las orquestas parte III: el público.

Encaro esta tercera parte de mi recorrido por el mundo de las orquestas como una especie de penitencia. Recordar algunos aspectos de ese gran enigma que es el público de una verbena me hace sonreir pero también me pone de una mala leche considerable...

La parte maravillosa de las profesiones que tienen que ver con el arte, como la música por ejemplo, es la sensación de que te realizas personalmente de una forma muy especial cada vez que tocas un instrumento o cantas, sobre todo si te gusta el estilo de música, claro, porque hay temas que es verdaderamente insufrible tocarlos y cantarlos y que ¡oh casualidad? suelen ser los preferidos del público.  La música es hermosa, subirse a un escenario  no está al alcance de cualquiera, (a pesar del instrusismo sangrante que castiga esta profesión) y debe ser por eso que llama tanto la atención y suscita todo tipo de opiniones, críticas, envidias y pasiones.

Para todo aquel que no lo sepa, las orquestas ensayan durante el invierno un repertorio de bastantes canciones, coreografías y demás elementos artísticos cuyo fin último siempre es contentar al público. De hecho, antes de empezar un pase y diseñar "la lista" de canciones que se van a tocar, el encargado del repertorio se come mucho el tarro pensando en el público para el que se va a actuar: la media de edad, la hora que es, lo que la comisión ha "sugerido"... Es decir, que prácticamente nada se hace sin un motivo razonable. Cada noche se aspira sencillamente a acertar: es decir, complacer a todos/as. Pero habría que empezar por recordarle a mucha gente que una orquesta no es un reproductor de CD (tipo discoteca móvil) que pueda tocar cualquier cosa que a alguien se le venga a la cabeza cada minuto.

La cuestión geográfica, aunque parezca extraño, es interesante en lo que se refiere al público. Hay zonas en las que la gente no sobrepasa el límite de la mesa de sonido...y no siempre por cuestión de volumen... Es como si fuese una barrera sicológica y se sintiesen más cómodos  a cierta distancia. Normalmente, ese detalle se corresponde  con un público serio y poco participativo... No aplauden pero tampoco abuchean... así que no tienes ni idea de si les gusta.
Hay otras zonas en las que das por sentado que bailarán mucho y el repertorio se organiza en función de eso. Son fiestas agradables para trabajar, da la impresión de que existe en el ambiente predisposición a pasarlo bien, a disfrutar de la música sin más historias. Durante un tramo de la noche están llenas de matrimonios con ganas de bailar. Pero poco a poco, a medida que avanzan las horas se produce un relevo generacional y son los jóvenes los que invaden el territorio para quedarse y la fiesta da un vuelco. Es responsabilidad de la orquesta adaptarse a todo tipo de auditorio para conseguir que se diviertan. La ropa que te pones, el lenguaje que utilizas, la música que se interpreta...todo es diferente dependiendo público para el que trabajas. Y conseguir eso no es tarea fácil
Quisiera comenzar el análisis del público, aclarando que, en mi caso personal, tengo mucho que agradecer. Hace ya mil años que dejé la orquesta y todavía me encuentro personas que me hablan en la calle o en una fiesta...son amables, me felicitan, me tratan con cariño y dejan constancia de que mi trabajo, en cierto modo, dejó huella. Luego me someten al tercer grado de rigor: me preguntan por mis niños, si no echo de menos cantar, por qué lo dejé, a que me dedico...Pero es bonito y quizá en su momento no supe valorarlo como debiera. Gracias desde aquí.
Ahora bien, sin ánimo de estigmatizar a nadie, a lo largo de los años, una sabe la noche que le espera en función del público asistente, por edades, sexos, horario de la verbena... En ningún caso mi pretensión es generalizar ni dar imagen de que sólo existe en las fiestas un determinado grupo de personas. Al contrario, si por algo se caracterizan es precisamente por su diversidad, por los distintos tipos de gente y por tanto de ambientes que se dan en una misma fiesta. Y la gran mayoría son estupendos. Pero lo que siempre, siempre te encuentras en mayor o menor cantidad, lo leeréis a continuación.
En el caso del público del sexo masculino la cosa suele estar clara: el blanco de sus comentarios casi siempre son las cantantes. Si hablamos de hombre de mediana edad, respetable, casado y que baila con su esposa todas y cada una de las cumbias, el comentario, aunque parezca increible, tiende a faltón... La mayoría se olvida de que tal vez la madre de la chica que canta esté al lado escuchando lo que gratuitamente se está diciendo sobre su hija... Si la falda es muy corta, menuda pelandrusca, si es corta...vaya monja...si canta regular...se tira al jefe para estar ahí...si canta bien se lo tiene creido.... En fin, un despropósito que tal vez algún día paguen con una hija, o nieta en una orquesta.
Si la edad ronda la treintena, la cosa se pone al rojo vivo: van de listos, es decir, aparentan pasar de lo que ocurre en el escenario con cierto desprecio, pero al mismo tiempo no le quitan ojo ni a los bailes ni al modelito de la cantante. Algunos, incluso, se permiten alguna frase del tipo "quedamos luego...." acompañada de diferentes gestos "llamativos" por ser fina, vaya. También se olvidan de que quizá en otro momento de su vida vayan a la fiesta para ver trabajar a su hermana, o novia...
Cuando es la edad del pavo la que domina la fiesta (entendiendo como edad del pavo el tramo 17 a 30) todo es bastante previsible y a veces desagradable, teniendo en cuenta que no hablan ellos, sino todo lo que se toman y que además van en manada. En realidad no son difíciles de manejar, pero sí agotan por torpes e impulsivos.

Y las mujeres....buf...

Agarran a su pareja con una fuerza desmedida, mientras atraviesan la fiesta por delante del escenario... y pobre del que gire la cabeza hacia arriba para mirarte!!
Se reúnen en grupito en un lateral del escenario, no para decirte barbaridades ni hacerte gestos obscenos como los integrantes del sexo masculino, sino para realizar una radiografía de todo tu cuerpo, criticar la ropa, el pelo, buscar la supuesta celulitis y reir cuchicheando constantemente para que te sientas incómoda.
También aquí el tema es distinto según las edades...inofensivas en la edad del pavo (normalmente admiran a la cantante y les gustaría ser ellas las que están encima del escenario), peligrosas rondando los 30 por envidiosas e inseguras y maravillosas en la edad mediana porque empatizan con lo que sufres y juzgan solamente tu trabajo.
La base de lo que ocurre en ocasiones en una verbena, es la misma que en cualquier otro aspecto de la vida: el respeto, o mejor dicho, la ausencia de él.

Por el simple hecho de estar en un escenario las personas han de soportar cosas que serían impensables e intolerables en cualquier otro trabajo.... ¿por qué esa obsesión por subirse al escenario con el vaso en la mano, o pretender quitarte el micrófono para cantar? ¿por qué esa necesidad de decir animaladas cuando ya tu horario se ha cumplido y te vas a tu casa como todo hijo de vecino cuando ha terminado su jornada laboral? ¿por qué tanto enteradillo delante del escenario poniendo cara de que sabe más que tu o intentando ridiculizarte? ¿por qué tanta palabra fea sin sentido? Es triste a veces ver y oir algunas cosas...
Y sobre todo es complicado ser mujer en algunos trabajos y cantar en una orquesta es uno de ellos. Yo misma tuve que escuchar comentarios (hablo del año 1993 y de  una orquesta con tradición, prestigio y disciplina militar en la que era impensable la contratación de una mujer, más bien una cría...) sobre que era una mala idea, que no iba a encajar en aquella formación, y la famosa "vai desfacer a orquesta" que tantas veces acompaña a las cantantes.
A nadie le extraña hoy una mujer en el escenario de una orquesta pero durante muchos años eso no era tan común. Aún así, resulta irritante que todavía hoy, los tópicos, los prejuicios, las suspicacias y los cotilleos continúen siendo más de lo mismo.

Me gustaría que estas palabras sirvieran como prueba de mi admiración a las mujeres (no todas son cantantes) que se suben a los escenarios en las orquestas. Unas cuantas son amigas mías, luchan por hacer bien su trabajo, porque se las respete como profesionales y por defender su dignidad como mujeres. Están en el punto de mira desde que entran en la fiesta hasta que se van, su trabajo se mira con lupa y se les exige una imagen a prueba de bomba... por no hablar de la paciencia infinita que necesitan en determinados momentos.  El deseo de arrear una buena patada en la boca a más de uno en ocasiones es difícil de contener...o al menos para mi lo era.

Si alguna vez vais a una verbena (solos/as o en compañía de otros/as) y os invade el gusanillo de la crítica feroz, el cachondeo subido de tono, el grito soez, o la sentencia sin juicio previo... confío ciegamente en que sabréis lo que hay que hacer: un guiño de complicidad y a disfrutar la noche!!!!