martes, 30 de abril de 2013

Hasta el infinito y más allá...

Se acerca peligrosamente el día de la madre... Por eso debe ser que Sara me bombardea con preguntas sobre mis deseos y apunta descaradamente lo que le contesto... Le cito conciertos a los que me gustaría asisistir pero a los que, salvo milagro, nunca iré, libros que pretendo comprar pero no encuentro el momento, un bolso color marrón, camisetas de colores vivos o una crema anti todo que funcione. Pero mi verdadero anhelo no se lo he dicho porque no me he atrevido y además es demasiado pequeña para entender su significado.

¿Cuál es mi deseo oculto para el día de la madre? imagino que el mismo de todas las madres a lo largo de la historia: que mis hijos no sufran en el sentido amplio de la palabra. Un imposible, ya lo sé y además egoísta. Todos sabemos que a través del sufrimiento, del error, de la frustración se aprende y se crece como persona. Pero es que ellos son míos aunque no me pertenezcan...y una sufre casi casi por todo: a ver, a groso modo,  unos ejemplos sencillos y casi intrascendentes (por supuesto, voy a obviar problemas graves de salud porque no prentendo hacer de esta entrada un drama). Así que a lo común y trivial. ¿os suena?
 
1.- Un niño no le deja los juguetes en el parque o en la playa y ellos vienen a quejarse a nosotras con su carita compungida y a punto de llorar
2.- Tosen toda la noche hasta ponerse colorados e incluso vomitan.
3.- Van al colegio por primera vez y tal vez se adapten mal. Pero cuando ya están más que adaptados alguien pega o muerde o empuja o rechaza....
4.- Pierden algún partido o no se les escoge para el equipo o fallan en el momento del solo teatral o musical.
4.- No entienden por qué se les riñe, se les prohiben cosas que ya hacen o tienen fulanita o menganita, o se les dice "no" a aquello que esperan como agua de mayo.
5.- En algunas ocasiones demuestran su frustración con malas contestaciones, desafíos variados y actitudes que sacan de las casillas.
5.- Discuten con sus amigos, se sienten desplazados....
 
De momento mis hijos son pequeños así que los "padecimientos" más importantes se harán esperar aunque Sara camina rápidamente hacia la pre adolescencia e imagino lo que se me viene encima... Más y más alegría y más y más sufrimiento.    
Por supuesto que ya los "pitonisos" y "pitonisas" que nos rodean se encargan de descargar sobre nosotras una retahíla de acontecimientos que presuntamente van a ocurrir sí o sí. Coño...¿la gente no sabe respetar los tiempos de los demás?¿será tan complicado aprender a no actuar como un pájaro de mal agüero? Debe serlo porque la gente nos "ayuda" con toda clase de predicciones acompañadas de refranero popular... "Hija eres, madre serás" suele ser la más repetida. Y además es cierta.
 
La maternidad es maravillosa cuando estás embaraza (si todo va correctamente, claro) porque esa personita que llevas dentro va contigo a todas partes, estás gorda pero divina, nadie o casi nadie se entromete en tus decisiones y tu ilusión supera todos tus miedos. Es cierto que nacen niños todos los días y algunos en condiciones más que dudosas pero sin entrar en mayores detalles, para nosotras cada embarazo es especial porque cada uno de nuestros hijos lo es. Da igual el primero que el segundo. Si las que tenéis uno os complicáis la vida pensando que no querréis igual al segundo no perdáis ni un segundo de vuestro valioso tiempo. Ellos son maravillosos por sí mismos y el amor que se siente es el mismo, diferente porque ellos son distintos pero exacto en calidez e intensidad.

En mi caso he disfrutado más de los primeros años de Sergio. Primero porque lo viví más relajada, más madura, sin exigirme todo el tiempo perfección y sin miedos en algunos casos absurdos que tuve con Sara. Y segundo porque las circunstancias personales y profesionales fueron diferentes con ella y el dolor y el sentimiento de culpabilidad que sentía por no estar todos los días a su lado y perderme detalles de su crecimiento me acompañarán siempre. Todavía me lastima pensarlo y en mi obsesión por pretender compensárselo cometí errores. Con Sergio he tenido más suerte.
 
Al post parto hay que darle de comer a un lado. Independientemente de que nosotras (sobre todo cuando somos primerizas) no volvemos locas, es duro amoldarse a la nueva pieza del puzzle de la vida que absorbe por completo tu tiempo y tus sentimientos y además llena de dudas y angustias cada paso que das.
A pesar de que hemos oído hasta el aburrimiento aquello de que las mujeres de antes parían y al día siguiente ya trabajaban en el campo, es absolutamente cierto que el estado físico en el post parto no es el ideal para enfrentarte a tu nueva realidad con fuerza. Estás cansada, las hormonas revolucionadas, las noches son eternas y los días transcurren a gran velocidad con tu casa sumida en el caos. Y a eso, debemos añadirle la dificultad que supone soportar estoicamente los juicios, opiniones, comentarios desafortunados y consejos de cualquiera que se cruza en tu camino.

Si llora... seguro que tiene hambre, la leche de tu pecho no lo llega, es mejor que le des "ya" un biberón. Si lo has abrigado está incómodo porque tiene calor y si va más ligerito o se le ven los ojos debajo de la manta "mujer, tápalo que seguro que tiene frío". Si aún no ha probado la fruta, qué esperas que luego te será más difícil. Si no engorda suficiente échale una palada de cereales en el biberón. Si engorda, cuidado que lo vas a convertir en un niño obeso... Si vuelve a llorar, cógelo así o asá que esa postura en la que amorosamente lo meces no le gusta. Si lo llevas a la playa es demasiado pronto y dice la tele que es muy peligroso. Si no lo llevas, sácalo a la calle que se te va a quedar pálido...Si lo duermes en brazos cuidado que se acostumbra, si no va a la guardería está enmadrado, si va antes del año es demasiado pronto pobrecito... En fin... que si la insistencia en alguna de las citas anteriores sobrepasa un determinado límite, algunas nos molestamos, se nos nota en la cara y solemos decir un educado "yo creo que es mejor así o prefiero hacerlo así". O algo peor...
Y entonces surge la frase estándar que no soporto de la mamá veterana ofendida porque pones en duda su experta opinión: "yo crié a los míos así y ahí están". Me gustaría que algún día ese tipo de personas entendieran que criar a nuestros hijos como nos parece mejor no significa cuestionar lo que ellas o ellos hicieron o acusarles de haberse equivocado. Es, sencillamente, nuestra decisión.

En todo este tipo de situaciones que he descrito (y muchas más que amablemente me podéis contar en vuestros comentarios) es donde las mamás comenzamos a aprender el significado de la palabra paciencia y su práctica diaria que tanta falta nos hará después.

Es difícil ser madre...o mejor dicho, intentar serlo. Es un trabajo a jornada completa que requiere un nivel de entrega total y que no estamos preparadas para asumir de forma instantánea desde el momento del nacimiento.  Y no pasa nada. ¡cuántos problemas nos evitamos cuando entendemos que somos humanas!

A una madre esa entrega al máximo nivel, como al soldado el valor, se le supone... Pero yo no me siento peor madre reconociendo que, a veces, el día a día me satura, que estoy agotada y en cierto modo infeliz. Claro que, tras la tormenta vivida a las 8 de la tarde con llantos, riñas y algún que otro grito me asomo a sus habitaciones... Duermen plácidamente, son niños felices y ¡¡¡muy guapos!!! Entonces respiro hondo y siento lo contrario que hace un par de horas: Felicidad. Mi energía está ya renovada para repetir faena mañana por la mañana y cumplir con mi "trabajo" sin más sueldo que la satisfacción enorme de verles crecer sanos y alegres.

Pero en esta labor 24 horas, desde mi punto de vista, una madre debe procurar querer sin malcriar, enseñar con el ejemplo, decidir con prudencia, tensar y soltar cuerda, apoyar, reir, acompañar, comprender... tantos y tantos verbos se me ocurren que no quiero escribirlos. No es cuestión de presionarnos más ¿no?
 
Una de las cosas que he descubierto y más me impresionan como madre no tiene que ver con mi propia maternidad, sino con el hecho de ser hija. Un hijo tiene claro desde siempre que su madre le quiere. Pero es que ahora soy consciente de que hay alguien en el mundo que siente por mi un amor incondicional, fuerte, hermoso, que no admite medianías, que salta muros, soporta tempestades y atraviesa el corazón. Alguien que, como dice el juguete de Toy Story me ama hasta el infinito y más allá... Y eso es algo muy grande. Gracias mamá.

jueves, 4 de abril de 2013

Paraguas, pasos de peatones y escupitajos...

El civismo....Esa gran palabra con la que todo el mundo se llena la boca para acusar de la carencia de él a los demás pero que nadie se aplica a sí mismo. Algo parecido a la honradez que le exigimos a los políticos (que la necesitan dicho sea de paso) pero que no sirve para nosotros cuando valiéndonos de la picaresca engañamos, exageramos, fingimos... o lo que haga falta para arañar unos euros de una subvención, una ayuda, una indemnización del seguro del coche, o de la casa... En fin, la lista es casi interminable y algunos hasta se jactan de ello.
 
Pero la entrada de hoy surge porque estoy indignada como consecuencia de un detalle pequeño, tal vez sin importancia vital, pero que dice cosas de la sociedad en la que vivimos: me han robado el paraguas en el paragüero de una cafetería.... No os riáis porque si pillo a la o el sinvergüenza que se lo llevó le monto un pollo...

No dejan de sorprenderme, creo que por suerte para mi, este tipo de cosas. Alguien se da cuenta de que llueve, no tiene paraguas, coje el primero que ve y sale de la cafetería tan tranquilo. Sin más, sin consideración de ninguna clase, con total impunidad y, por supuesto, sin remordimiento. Su dueño o dueña, quizá una persona mayor que se mueve con dificultad y que se mojará mucho en el camino de vuelta a casa le importa un pepino. Vida por vida, primero la mía dirá el o la susodicha,  pero la salva con algo que no le pertenece, que ha hurtado... porque no solo se roba dinero o joyas. Cualquier cosa de la que no seas propietario, sea lo que sea, pequeña o grande, cara o barata, si te la llevas eres un ladrón. Así de sencillo.
 
Así que, con el cabreo que tenía, me he dedicado a recordar detalles  del comportamiento de mis conciudadanos y encontré la excusa perfecta para escribir esta entrada, porque lo del paraguas no da para mucho más que un enfado monumental pero pasajero. Algunas de esas actitudes a las que me refiero ya son viejas conocidas....léase cagadas de perros, grafitis en monumentos de interés histórico, bolsas de basura fuera de los contenedores, chicles pegados en sitios increibles...

Pero hay una cuestión de "modales" a pesar de que la palabra suena cursi que me molesta especialmente. El asunto del "por favor" y del "gracias". Quizá yo soy de otro planeta, pero cuando entro en un sitio (banco, supermercado, Ayuntamiento, cafetería etc etc) digo "buenos días". Normalmente casi nadie me contesta. Y no satisfechos con esto, algun@ se gira y me mira como perdonándome la vida. ¡ a quién se le ocurre entrar en un sitio y saludar! ¡si no nos conocemos! parecen decirme.

Eso al entrar, porque a la hora de salir, una, que es un poquito rara, cede el paso o sujeta la puerta para que alguien salga. ¿Me mira a la cara?. No. ¿Me hace un gesto cómplice? No. ¿Me da las gracias? No. Ahí si que ya no suelo aguantar y suelto un "de nada" en tono alto y claro... Y no vayáis a pensar que eso les hace reaccionar... Como mucho se hacen los sorprendidos y ponen cara de póker. Si es que la que se comporta de modo extravagante seguro que soy yo...
 
También hay algo que me llama especialmente la atención y es el motivo por el que la gente se tira a los pasos de peatones. Que conste que me parece correctísimo que se proteja al peatón y tenga preferencia al cruzar incluso cuando lo hace a paso de tortuga por cualquier sitio de la calle e incluso carreteras. Por ejemplo, un cruce sin visibilidad, un semáforo en rojo o por el medio de los coches mientras esperan en una isleta... Pero de la preferencia a la inmortalidad hay un trecho.

No hay una estadística, pero si la hubiera, estoy absolutamente convencida de que el 95% de las personas que caminan por la calle no miran antes de cruzar ni siquiera por el rabillo del ojo. Y si lo hacen, es para fulminarte porque no has parado a la distancia que ellos consideran adecuada. No mirar dando por hecho que el mundo se parará porque cruzan por un lugar habilitado para ellos, es un característica común que no distingue edades ni sexos. Y no será porque nuestras mamás no nos hayan insistido hasta aburrirnos "mira a los dos lados antes de cruzar".

Pese a todas las advertencias, algunos deambulan con los auriculares puestos aislados del mundo, casi adormilados...Otros podríamos calificarlos como indecisos... ahora cruzo, ahora no... Me ponen nerviosa los que hacen el amago y luego giran en redondo o los que charlan animadamente en el borde de la acera delante del paso de cebra poniendo a prueba tus artes adivinatorias al volante. ¿cruzará no cruzará? he ahí la cuestión... No puedo olvidarme del director de tráfico frustrado.  Está parado delante del paso de peatones y cuando paras, te hace una seña para que continúes y acto seguido cruza casi rozándote el culo del coche. Y qué decir del indignado... que aparece de pronto por detrás de una furgoneta aparcada encima del paso de cebra que te impide ver. Tu frenas bruscamente a pesar de que ya vas a 10 por hora en previsión de que pueda aparecer alguien cruzando. Te hace aspavientos como un energúmeno porque según él casi lo matas (en sentido figurado, claro) y continúa su camino braceando sin pararse a razonar que los coches son máquinas, que tu como conductor todavía no tienes visión por rayos X y que tal vez y solo tal vez debería haberse asomado un poquito por detrás de la furgoneta antes de atravesar la carretera.

Desde luego cuando actuamos como conductores la cosa no mejora...ni mucho menos. La solidaridad al volante no existe.
Lo de facilitar la incorporación al tráfico es una utopía porque se hace de todo precisamente para entorpecerla. ¿qué sentido tiene estar con el intermitente a la derecha para aparcar durante 5 minutos si nadie te lo permite porque no se detienen? ¿qué sentido tiene parar en doble fila cuando dos metros más adelante hay un hueco y podrías esperar allí sin molestar? ¿qué sentido tiene acelerar cuando te adelantan y frenar de forma violenta solo por fastidiar? ¿qué sentido tiene pitar hasta enloquecer por el más mínimo detalle, desquiciarse porque aún no han fabricado coches con alas para los atascos e insultar a las madres del conductor que va delante? Es, como digo en todas y cada una de las entradas de este blog una cuestión de educación y respeto.

Pero lo que ya es el colmo de la mala educación pero relativamente frecuente es el "famoso" escupitajo, así, en plena calle, sin ningún disimulo. Ni siquiera miran a un lado o atrás por si alguien corre el riesgo de sufrir el impacto. Es más, diría que lo hacen con cierto aire de suficiencia molesto y una naturalidad que asusta.... ¿Cómo se puede hacer algo tan asqueroso y quedarse tan pancho? Como en casi todo en la vida podemos distinguir tipos y categorías de escupitajos dependiendo de múltiples factores...

Pero creo que esta vez no haré una descripción tan exhaustiva....