viernes, 26 de julio de 2013

Galicia herida.

Tenía el compromiso desde ayer de escribir una entrada dedicada a mis compañeras de curso en Vilanova... Son chicas estupendas con las que aprendo cada día y me había decidido a "hacerles un homenaje".
 
Pero la realidad de la vida nos ha golpeado de una manera brutal y mis intenciones han cambiado, porque escribo por impulso, por instinto, por sensaciones y las que tengo hoy me impiden redactar la entrada alegre y divertida que pretendía.
 
Hoy, nuestra Galicia, tierra especial, mágica y acostumbrada al sufrimiento se dispone a vivir su día nacional más triste.
 
Mis sentimientos podrían definirse como una mezcla de esa morriña de la que tanto sabemos y ese cielo plomizo que durante muchos días de invierno nos acompaña. Es una angustia extraña....serena porque nadie conocido viajaba en ese tren pero al mismo tiempo inquieta porque soy consciente de que estamos viviendo algo muy grave, una herida que tardará en cicatrizar en pleno corazón de Galicia.
 
El momento en el que, en casa, intuimos la magnitud de la tragedia, el gesto de la cara cambia, se ensombrece y no se recupere en horas, quizá días. Observas al que tienes al lado, su gesto también está desencajado... comentas cosas, empiezas a teorizar, a divagar, a maldecir, todo en susurros mientras miras incrédula las noticias confusas en la tele, escuchas la radio y te conectas a Internet.
Las horas pasan y nos identificamos cada vez más con el dolor de las víctimas, la empatía nos inunda y  pensamos, sin decirlo en voz alta, lo que haríamos si uno de nosotros o de nuestros seres queridos estuviésemos ahí.... La respuesta a ese pensamiento solo puede ser el llanto.
 
Ya escribí ayer en mi muro de facebook que en estas ocasiones terribles surge la parte maravillosa del ser humano, la que todavía nos permite confiar en las personas.... Es emocionante la solidaridad, el ansia de ayudar desinteresadamente, trabajando con un mismo objetivo, unidos para salvar vidas, aliviar dolor y reconfortar a los que ya han perdido a alguien. Las catástrofes nos muestran lo mejor y lo peor de la vida...
 
Estos acontecimientos suscitan distintos debates sobre cuestiones dispares y eso me lleva a plantear algunas preguntas. ¿son información las imágenes de cadáveres y del dolor de las familias que nos ofrecen las televisiones? ¿es ético ser el primero en llegar para ayudar pero al mismo tiempo grabando con un teléfono móvil? ¿son fiables las versiones oficiales o las denuncias que circulan por Internet? ¿es lógico que Galicia continúe en fiestas en muchos ricones a pesar de que se haya decretado una semana de luto oficial en toda la Comunidad?
 
Hay quien piensa que la mala suerte se cebó con esas personas, que el error humano es imperdonable, que los muertos no resucitan por suspender fiestas y que enseñar el horror sin pudor sensibiliza... Hay quien se indigna al ver determinadas imágenes pero tampoco cambia de canal, está de acuerdo con las banderas a media asta, el luto oficial y el minuto de silencio pero que no le toquen la verbena de su pueblo. Hay quien considera que cualquier documento que deje constancia de lo que ocurrió en el primer instante ayuda a la investigación y que ocultar imágenes duras va en contra de la realidad de una situación dramática. 
 
En principio parece que todas las versiones, como casi siempre, tienen su punto de razón. Desde luego me parece que gestionar una tragedia de estas características es muy difícil y que, por el contrario, criticar los errores que se puedan cometer muy fácil. Las imágenes dejan constancia de una escena digna de cualquier guerra... Son fuertes, nos acercan al caos que se debió vivir... nos dan una idea certera del sufrimiento de las familias cuando les vemos esperando noticias, desesperados, y consiguen que se nos arrugue el corazón con cada fotograma. También nos enseñan historias con final feliz y héroes anónimos que se implican sin pensar en nada más que ayudar.
 
De todo lo que he visto, leído y escuchado hoy, me quedo con la descripción que hacía un policía de la hilera de muertos cada vez más larga, y su soledad tendidos en la vías... Él cuenta que los móviles comenzaron a sonar... y ahí su voz se entrecorta...
 
Me imagino que en esa situación el mundo se te cae encima... lo cruel que te sientes si no contestas y el pánico que te invade si lo haces. A este lado del teléfono el silencio de la muerte y al otro una madre, padre, amigo, hermana, novio.... que espera ansioso y aterrorizado oir la voz amada.
 
Terrible.