lunes, 30 de diciembre de 2013

Estadísticas, balances y resultados....


A mi me gusta la Navidad... El ambiente en la calle, los regalos, las luces... Me gusta poner el árbol con los niños que lo toquetean todo y pretenden colgar 10 bolas en la misma rama, me gustan los interminables festivales de villancicos del colegio y esperar colas para pagar coches, discos o bufandas. Me gusta ir a ver la cabalgata, diluvie, nieve o nos ataquen los caramelos lanzados con saña y las señoras histéricas recogiéndolos. Me gusta ver a los niños más pequeños e inocentes abrir los paquetes y contar historias de cómo los reyes o papá Noel se comieron las galletas que les dejaron en el salón y me gusta todavía más observar cómo se convierten en cómplices los que ya pasan de esa edad y nos ayudan a mantener la magia. Me gusta la mesa enorme que pone mi madre por Nochebuena o fin de año, reír con mis hermanos, comer hasta reventar, debatir, tomar "digestivos" y acostarnos a las tantas. Me gusta que me llamen o llamar a los amigos, recordar con ellos y sentirlos cerca, me gusta desear y que me deseen felices fiestas.

Las estadísticas dicen que a medida que se cumplen años la ilusión por la Navidad mengua hasta casi desaparecer porque uno se va cansando, tiene problemas, desaparecen seres queridos...es decir, una larga lista de razones que los hartos de la Navidad enumeran con indiferencia. Mi estadística afirma con convencimiento que deberíamos verlo exactamente al contrario. Cada vez mayor ilusión porque vivimos un día más en compañía de los que aún están aquí, y a pesar de que nos sentimos agotados las ganas de compartir momentos felices con los demás y con nosotros mismos nos concede la fortaleza necesaria para seguir adelante y enfrentarnos a las dificultades, disgustos y, por qué no, las bofetadas de la vida. Y todo esto, por supuesto, aplicado a la Navidad o al mes de agosto.

También, llegado el momento en el que se aproxima el final del año, es típico y tópico "hacer balance" de lo sucedido... Los telediarios y ediciones especiales de periódicos nos bombardean con un "recuento" y casi todos realizan la distinción entre "lo mejor y lo peor" del año que termina. A veces, incluso se hace un ranking. Hasta Disney Channel programa de nuevo los mejores episodios de la temporada de su series y dibujos más famosos. Tiene su mérito e incluso es divertido. Cuando nos resumen el año en imágenes, la sensación que produce es que hace ya mucho tiempo que sucedieron... Y es que un año da para mucho. Debe ser por eso que acumulamos peso en la mochila.

En el caso personal de cada uno de nosotros, ¿hacia dónde se inclina la balanza?... Pues, como todo, depende... A la hora de realizar ese recuento, nos influyen muchos detalles y las premisas de objetividad no suelen cumplirse... Lo bueno, sencillamente se nombra sin valorarlo y lo malo se agiganta con dramatismo. La insana tendencia del ser humano es darle más importancia a lo que nos duele que a lo que nos hace disfrutar. Así que lo de un buen o mal año es relativo. Si la primitiva nos arregla el futuro y al mes siguiente muere alguien a quien queremos, ¿cuál es el balance?. El ejemplo es extremo, casi absurdo, pero mi pretensión es poner el acento en que se magnifican las malas experiencias y se relativizan las buenas como si fuese más importante lo que hace sufrir. De ahí que el balance particular de muchas personas comience por las pérdidas y no por las ganancias. Desde mi punto de vista, un grave error.

Mi balance acostumbra a inclinarse hacia lo positivo... supongo que es mi carácter, o tengo suerte, o me esfuerzo en destacar lo que me ilumina y no lo que me oscurece el corazón.  Este año me ha dado motivos más que suficientes para que el peso de la balanza me ahogara, pero sigo en pie, caminando con una sonrisa y esperando que el vaivén del tiempo me devuelva la calma. Pero cada año que pasa invierto menos tiempo en estos cálculos. Al fin y al cabo un empate, quizá, sería lo justo...

Y tras muchas estadísticas y balances, el resultado es similar año tras año para la mayoría de la gente.. "Voy a adelgazar, no juzgaré sin conocer, no gritaré a mis hijos, estudiaré más, visitaré a ese amigo al que le dije hace mil años "nos vemos pronto", haré ejercicio, llamaré a menudo a mi madre, trabajaré menos para atender a mi familia, gastaré de manera más racional, tomaré las riendas de mi vida, iré al médico a hacerme un chequeo, viviré el día a día sin agobiarme por lo que vendrá, invertiré en mi ocio y mis gustos...." ¿alguno de vosotros podría elegir tres de esas cosas?. Casi seguro que si... y eso que sólo son estándars de revista. Si nos estrujamos un poquito la cabeza y con unas risas de por medio nos saldrán unas cuantas más.

Por mi pequeño mundo diario pululan personas y personajes que, sin que yo lo pretenda, entran en él y no es que se queden (por suerte algunos si...) pero molestan de cojones.

Y ya empiezo a estar harta. Si... va muy en serio. Cada día me molesta más la gente que sólo se queja pero no actúa para que eso cambie o desaparezca, me molesta la amargura como filosofía de vida y el victimismo como justificación. Me molesta el egoísmo y la pasividad. Me molesta la intolerancia, las verdades absolutas y la falta de respeto. Me molesta que los días pasen y no se aprenda, no se valore, no se equilibre, no se luche, no se busque.... Pero, sobre todo, me molesta el ruido que hacen los falsos  porque no me permite escuchar el silencio de los que quiero...

Mi resultado... Pues que amo la vida, que me gusta andar por aquí y quiero ir  hacia delante. ¡Ah!  Y que ya estoy mayor para gilipolleces...

viernes, 29 de noviembre de 2013

El fútbol no hay que estropearlo...

He decidido que de este tiempo con muletas y el dichoso reposo he de sacar sí o sí una experiencia positiva (o varias). Una, desde luego, es como se vuelca la familia en ayudar, animar y servir...si, servir porque madera de marquesa mandona siempre he tenido y últimamente lo he confirmado. Pero bueno, eso ya lo sabía así que no cuenta.
 
Estoy aprovechando todos los momentos ociosos, que son bastantes, para reflexionar sobre lo que significa "estar bien". No quiero frivolizar, porque al fin y al cabo un pie fastidiado ni es grave ni es importante, pero desde luego limita y cabrea.
 
Así que, cuando he conseguido asimilar lo que ocurre, he buceado en mi interior buscando la paciencia necesaria para afrontar estas horas interminables en reposo. ¿la he encontrado? pues no.
He leído hasta cansarme sin ruidos ni interrupciones, como a mi me gusta, porque la mañana con niños en el colegio da para mucho y he visto la tele más de lo que hubiera deseado... Excepto el sábado pasado que la vi a gusto... tres partidos de fútbol. Como debe ser.
 
Y de eso va la cosa...de fútbol. Bueno...en realidad no. El fútbol no tiene la culpa de nada. Es un juego maravilloso que consigue despertar tristezas inmensas y alegrías infinitas.
 
Cuando el año pasado tuve la suerte de ver al BarÇa (para los que no lo sabéis, soy culé) contra el deportivo en A Coruña ya comenté en Facebook un "incidente" que presencié mientras nos íbamos del estadio. Un padre salía con su hijo de más o menos 10 años al lado. Caminábamos a la par en el medio de un montón de gente. Comentaban el partido y el chaval, decepcionado por la derrrota, decía que con Messi en contra era difícil ganar un partido. Su padre, en ese momento, presa de un malestar ciego le responde: "lo que había que hacer era partirle una pierna y así ya no juega". Casi se me cae el alma al suelo. Porque lo decía en serio, su gesto desencajado le delataba.
Me enfadé...tuve que contar hasta 20 para no responderle.... Así nos va...el fanatismo nos nubla la perspectiva y nos convierte en seres desprovistos de todo raciocinio. La respuesta que yo le daría a ese niño sería... Pues si, la verdad es que no conseguimos ganar, pero qué suerte la nuestra poder ver a uno de los mejores jugadores de la historia. Esa es la realidad de las cosas. Afortunados los que podemos verlos en directo y disfrutar del juego. Y quien dice Messi, dice Cristiamo Ronaldo o dice Isco o dice Iniesta. ¿Cómo podemos transmitir un odio tan visceral y decirnos personas civilizadas? El fanatismo lo pudre todo y el deporte no es una excepción.
 
Cada vez que veo en la televisión las imágenes de personas desencajadas insultando a futbolistas porque llevan una u otra camiseta, escudados en un "amor" absurdo e irracional a unos colores, cantando estrofas racistas, caminando por la calle entre policías a caballo porque son aficionados del equipo visitante y hay que "escoltarlos" como si estuviésemos en guerra, o increpando a los profesionales mientras entrenan porque han perdido un partido por goleada, o peleando como fieras entre gestos obscenos,  y miradas de auténticos desquiciados....siento miedo pero sobre todo una tremenda tristeza. Porque cada vez son más jóvenes los descerebrados que llevan su bufanda hasta las últimas consecuencias y no disfrutan del deporte, solo están pendientes de odiar al contrario y viven los partidos con violencia. Me pregunto cuál es la semilla de todo esto y llego a la conclusión de siempre: la educación que damos a nuestros hijos.
 
Creo que ya he comentado en alguna ocasión que Sara practica baloncesto. No lo hace mal pero nunca será una gran jugadora entre otras cosas porque le falta talento. Pero ella tiene mucha ilusión, va a entrenar tres días a la semana durante hora y media muy contenta, quiere aprender, es trabajadora y, por supuesto, le gusta ganar. Se divierte y practica deporte. Hasta ahí, creo yo, todo correcto. Los inconvenientes aparecen cuando los padres y madres se meten en el medio....Porque he observado que hay quien está convencido de que su hijo o hija es Messi o Gasol trasladando el tema al baloncesto y que ellos son sus representantes. Y eso es francamente peligroso.
 
He visto en la grada a padres y madres absolutamente trastornados, insultando a  niños del equipo rival  y discutiendo con  otros padres por si esto o aquello fue personal o penalti...  Incluso, en algún caso, elevando la tensión hasta llegar al enfrentamiento personal... El deporte es lo de menos, es solamente la  excusa para que los energúmenos o energúmenas, den rienda suelta a sus frustraciones o a sus ansias de notoriedad. Son los padres o madres los que quieren ganar, los que inculcan la falta de respeto al rival o al árbitro, los que justifican cualquier cosa con tal de conseguir la victoria y hacen de unas horas de diversión un auténtico calvario. De estas situaciones que describo a las imágenes de la tele no hay tanta diferencia y por eso me producen tristeza.
 
Yo, cuando Sara llora porque pierde, le recuerdo las palabras de su padrino "¿qué se hace cuando se pierde?" y ella, que no las ha olvidado, me contesta: "seguir entrenando". Cuando se queja de que una niña la empujó y el árbitro no pitó personal le digo que quizá no lo vio o no era para tanto. Cuando comenta que jugó poco tiempo le contesto que todas las niñas quieren jugar y hay algunas que son mejores que ella, o tienen más experiencia. Cuando critica a las rivales, le recuerdo que también son niñas a las que le gusta el baloncesto y que simplemente juegan en otro club. Y cuando gana y está feliz le insisto en que disfrute porque esa sensación es hermosa si no se vicia.
 
Y hablando de ganar... Siempre digo que el día que España ganó el mundial fue uno de los momentos más felices de mi vida. Muchos no lo entienden, otros no se lo creen, pero es que el fútbol es precioso y te da instantes especiales igual que un buen libro, un viaje, una obra de teatro, una película o una canción. No hay que estropearlo...

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Lo prometido...es deuda.

Hay momentos en la vida en los que uno se da cuenta de que está viviendo algo importante por motivos evidentes... el nacimiento de un hijo, una cena inolvidable con los hermanos, ganar un mundial, una boda...incluso un entierro. 
 
Sin embargo, con la perspectiva del tiempo, cosas que en su momento parecían intrascendentes se convierten en relevantes...porque las idealizamos, o las comprendemos mejor, o las valoramos con objetividad aunque hayan sido negativas, o sencillamente porque sentimos nostalgia de ellas.
 
La palabra nostalgia se me antoja perfecta para describir este instante: Estoy sentada delante del ordenador, escribiendo, invadida por la nostalgia al recordar los momentos vividos con mis compañeras de andanzas estos últimos 6 meses. Si, siento nostalgia de ellas y aún no se han ido....De hecho, no puedo concentrarme porque el whatsapp no deja de sonar y sus mensajes siempre me hacen sonreír... Yo sé que lo que ellas buscan es que llore....pero no lo van a conseguir!!! 
 
La nostalgia no me entristece, al contrario, hace que me sienta afortunada de haber vivido momentos estupendos con ellas. Lo he repetido varias veces estos días cuando comentábamos que ya quedaba poco para terminar. Lo que tenemos como grupo, como personas, es muy difícil de conseguir. Cariño, generosidad, compañerismo, sentido del humor, lealtad... Hemos estado unidas en risas y llantos, nos echamos de menos y somos conscientes de que la vida va a seguir y ya no nos veremos todos los días, pero tenemos muy claro que "lo nuestro" ha sido y es especial.
 
Vivimos como propio el dolor de Visi, admiramos su fortaleza y su capacidad para sonreír cuando pilares de su vida se derrumbaron.
Sentimos la preocupación de Pepa, que con sus lágrimas por sorpresa el último día de alemán nos encogió el corazón.
Reímos con MaryJoe...Su extraordinario sentido del humor, siempre consigue arrastrarnos y arrastrarse a sí misma a un lugar donde los problemas se hacen más pequeños y las risas más grandes. Nos encanta Sonia, su silencio sabio y su capacidad para sorprender, la honestidad de su corazón y la valentía en su vida diaria.
Nos equilibra Nuria, por eso de que es sicóloga y si me hace caso monta una consulta en un garito y se forra con nosotras.
Y su hermana, Vero, divertida, joven, nos aporta un punto entre inocente y acelerado que nos devuelve a los 20...Pobrecita, la tenemos aburrida con tanto discurso sobre la vida!!!
La ternura nos inunda al mirar a Paula porque parece frágil pero su interior está curtido en mil batallas y es solidaria y conciliadora.
Admiramos a Dolores y no sólo por su validez como profesional que es incuestionable, sino porque es generosa como compañera y un alma sensible, deliciosa y firme.
Queremos mucho a Arantxa, la divina, la detallista...inteligente, siempre dispuesta a ayudar, nunca se rinde, insiste, lucha y consigue. Lo tiene todo para dejar huella.
Y mi coach, Noa, la que nos trae de cabeza con su lenguaje informático, su chispa maravillosa a primera hora de la mañana, su integridad como persona, su sensibilidad y su aplomo.
 
Evidentemente en esta descripción falto yo... No me corresponde en este momento definirme en una frase, más que nada porque ya utilizo el blog de vez en cuando para eso y es aburrido hablar de uno mismo. Diré, eso sí, que las he hecho sonreír y en algunas ocasiones les he complicado la vida....Bueno, y algún que otro "tumulto" he montado.
 
Tengo la sensación de que todo esto mezclado es un cóctel explosivo...en el sentido más positivo de la palabra.
Así que, estaréis de acuerdo conmigo, lo más razonable es aprovecharme y conservarlas en mi vida a todas y cada una de ellas. Asistiendo a la dirección... "Pa mi pa siempre".
 

domingo, 20 de octubre de 2013

La disciplina.

Soy una defensora de la disciplina, en las cosas grandes y pequeñas...es decir, tanto en los estudios o el trabajo, como en la organización de viajes o la educación de mis hijos... Es una filosofía de vida.
 
No sé si eso es bueno o malo y mucho menos si ese "detalle" y otros de mi carácter me han beneficiado o perjudicado en momentos clave. Está claro que cuando uno pone la cara lo más probable es que se la partan, pero en ocasiones se recibe una caricia, una muestra de solidaridad valiente que hace que el golpe inicial haya merecido la pena. No tengo madera de heroína, pero es verdad que me mojo, que cuando hay marejadas en lo personal o profesional expreso mi opinión y la defiendo. En la cafetería y en la oficina y estoy orgullosa porque es la misma (probablemente la de la cafetería incluya palabrotas....). A veces pido lo mismo y no lo recibo. Me decepciono, sufro... y busco a quien comprenda mi frustración y me diga el típico "con la verdad se va a todas partes" que me gusta mucho o el "ya te dije que no  se puede ir tan de frente" que me gusta menos o el "para qué te metes en jardines que no te incumben" que no me gusta nada de nada. Es lo que hay....frase muy recurrida para situaciones diversas y que enmascara una frustración difícil de asumir... Al menos para mi.
 
A veces me canso de decirme a mi misma y a los demás que con trabajo, voluntad, ilusión, disciplina y alegría se consiguen objetivos, que nada es imposible, que el tiempo pone a cada uno en su lugar y que todo tiene solución menos la muerte.
 
Si soy sincera sólo creo ciegamente en la última de las citas y por razones evidentes. Del resto, de vez en cuando dudo y sobre lo de que el tiempo pone a cada uno en su lugar, confieso sin remordimientos que, en determinados casos,  la espera se hace interminable. Y no por rencor.
 
Hace ya algunos años que entendí que la mochila que se transporta día a día en el alma llena de ese sentimiento pesa demasiado, no produce ninguna satisfacción y roba energía para continuar caminando. Así que, la mía, la dejé en la cuneta, sané las heridas y seguí adelante. Eso si, luchando mucho para conseguir liberarme de ella...(era como la mochila de Dora la exploradora...un auténtico coñazo).
 
A lo que iba...Una tiene ya una edad, una cierta experiencia en la vida y a pesar de que ya me han dado una cuantas bofetadas, conservo intacta la ilusión cuando comienzo una nueva etapa. Debe ser por testaruda y porque me niego a darle la razón a los que desde que ando sola por el mundo cruzándome con personajes de toda índole, me repiten una y otra vez que consiguen siempre lo que quieren los mentirosos, los jetas, los inmorales, los manipuladores, los victimistas y los pelotas. 
 
Es cierto que ya he sido testigo unas cuantas veces de que se tiene paciencia excesiva con el que no cumple, se consiente todo tipo de atropellos al sinvergüenza que envenena el ambiente, se alaban y se consideran puntos a favor cualidades que ya deberían sobreentenderse en alguien profesional y, sobre todo, se defiende lo indefendible... Algunas situaciones duelen, otras producen asco, pero al pensarlo con calma suelo llegar al mismo punto: la tristeza.
 
Si, la tristeza es uno de los sentimientos que peor asumo...Cuando algo me despierta esa sensación sé que la cosa es grave... Es triste que las personas no puedan vivir tranquilas y dejar vivir a los demás, que no sepan compartir, que desconozcan la empatía y la solidaridad, que se crean en posesión de la verdad cada vez que hablan y que su mundo sea un lugar egoísta cuyo objetivo es ir y venir repartiendo mierda.
 
A qué viene este sermón de Doña Perfecta, estaréis pensando... Pues no lo sé con seguridad. Debe ser que se acerca mi cumpleaños y estoy haciendo un recordatorio de aciertos y errores... Y me he dado cuenta de que han desfilado por mi vida unos cuantos cabrones y cabronas que me han hecho daño, unos cuantos mentirosos y mentirosas que han intentado confundirme, unos cuantos impresentables que me han amargado días de trabajo, unos cuantos envidiosos y envidiosas que han intentado contaminar a mis amigos (por supuesto sin conseguirlo, por eso son mis amigos), unos cuantos que apoyándose en títulos que no se ganan sino que vienen dados se han dado a sí mismos el derecho de opinar y maldecir sobre mi  y otros cuantos cuya ausencia, ha proporcionado paz a mi vida.
¿dónde están todos estos? Ni idea...Pero tampoco es que me importe.
 
Lo que me importa es la disciplina que cada día me impongo para mejorar. La disciplina de no caer cuando todo me empuja y de enfrentar los problemas con una sonrisa. La disciplina de ver el vaso medio lleno, de no perder la ilusión ni la confianza. La disciplina de insistir, de comprender, de apoyar, de ser crítica, de saber perder... La disciplina, en fin, de vivir.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Asistiendo a la dirección!!!

 
Probablemente, el curso que estoy haciendo en este momento (por obra y gracia del INEM) no me conduzca a conseguir el trabajo de mi vida (o si) pero de lo que sí estoy segura es que me está proporcionando la oportunidad de conocer personas estupendas que aportan nuevos aires a mi vida y me enriquecen cada minuto. Solamente por eso ya merece la pena ir cada mañana a clase.
 
Somos una especie de batiburrillo de personalidades, una mezcla de ironías, de agudeza mental, de humor y ganas de salir adelante. Somos exclusivamente mujeres y aunque de entrada eso suele suscitar cierto recelo en todos los sentidos (a mi jamás me ha sucedido eso, dicho sea de paso), la realidad es exactamente la contraria.
 
Confieso que no pensaba sentirme tan bien...
 
Mis expectativas eran altas en cuanto al contenido del curso y lo que aprendería en él, pero en lo referente al aspecto humano me presenté allí más bien escéptica, aunque positiva y con ganas. Mi mentalidad fue, desde el primer día, la misma que he tenido en todos los trabajos que he desempeñado: observar, aprender, sentir, integrar e integrarme y trabajar con honradez. Debo decir que mi nivel de compromiso es alto pero mis compañeras están a ese nivel o incluso un escalón por encima.
 
Son inteligentes, divertidas, generosas, competentes y solidarias.
 
En poco más de 2 meses hemos conseguido homogeneizar un grupo de personas muy diferentes para llegar a un punto de encuentro maravilloso que nos permite comer juntas después de 6 horas de clase sin estar hartas las unas de las otras, quedar uno de nuestros días libres para pasar el día en el monte, charlar por el grupo de whats app de cualquier tema incluso los fines de semana, reir y reir cuando lo lógico sería llorar, preguntar por la que falta a clase o tiene algún problema, o va al médico o se siente mal, intercambiar libros y opiniones, buscar solución consensuada a las cuestiones que van surgiendo y compartir la esperanza de que las cosas van a mejorar...
 
Es como si hubiésemos difuminado aspectos de nuestro carácter para fomar un frente común que potencia nuestras fortalezas, amortigua las debilidades y  nos hace inmunes al desaliento... (si, un DAFO chicas, nada más y nada menos...jajaj).  
 
Es curioso el ser humano... Con matices, todas estamos en la misma situación: el paro.
 
Y esa es la base común, firme y dolorosa que nos iguala. Por lo demás, no existía más vínculo entre nosotras. De hecho, y como clasificación general, podría decir que hay un poco de todo: distintos "estados civiles", "clases sociales", "rústicas y de asfalto", "jóvenes y menos jóvenes", "tranquilas y nerviosas", "divinas y terrenales", "tímidas y extrovertidas"...  En fin, o mellor de cada casa reunidas de 8.30 a 14.30 de lunes a viernes.
 
Por otro lado pienso si a partir de diciembre esta sensación bonita que tengo con respecto a ellas se irá desvaneciendo... Ya se sabe, no nos veremos todos los días, cada una retomará su rutina (esperemos que la de un trabajo), nos dará pereza mandar un correo electrónico, será más difícil ajustar "agendas" para reunirnos y el grupo de whats app tan activo y ocurrente se apagará poco a poco.
 
Creo que sería una pena... Me gustan, me caen bien, me enseñan, me comprenden, me aguantan, me hacen reir. He tenido suerte al conocerlas.
 
Hasta mañana_chicas_2013

viernes, 26 de julio de 2013

Galicia herida.

Tenía el compromiso desde ayer de escribir una entrada dedicada a mis compañeras de curso en Vilanova... Son chicas estupendas con las que aprendo cada día y me había decidido a "hacerles un homenaje".
 
Pero la realidad de la vida nos ha golpeado de una manera brutal y mis intenciones han cambiado, porque escribo por impulso, por instinto, por sensaciones y las que tengo hoy me impiden redactar la entrada alegre y divertida que pretendía.
 
Hoy, nuestra Galicia, tierra especial, mágica y acostumbrada al sufrimiento se dispone a vivir su día nacional más triste.
 
Mis sentimientos podrían definirse como una mezcla de esa morriña de la que tanto sabemos y ese cielo plomizo que durante muchos días de invierno nos acompaña. Es una angustia extraña....serena porque nadie conocido viajaba en ese tren pero al mismo tiempo inquieta porque soy consciente de que estamos viviendo algo muy grave, una herida que tardará en cicatrizar en pleno corazón de Galicia.
 
El momento en el que, en casa, intuimos la magnitud de la tragedia, el gesto de la cara cambia, se ensombrece y no se recupere en horas, quizá días. Observas al que tienes al lado, su gesto también está desencajado... comentas cosas, empiezas a teorizar, a divagar, a maldecir, todo en susurros mientras miras incrédula las noticias confusas en la tele, escuchas la radio y te conectas a Internet.
Las horas pasan y nos identificamos cada vez más con el dolor de las víctimas, la empatía nos inunda y  pensamos, sin decirlo en voz alta, lo que haríamos si uno de nosotros o de nuestros seres queridos estuviésemos ahí.... La respuesta a ese pensamiento solo puede ser el llanto.
 
Ya escribí ayer en mi muro de facebook que en estas ocasiones terribles surge la parte maravillosa del ser humano, la que todavía nos permite confiar en las personas.... Es emocionante la solidaridad, el ansia de ayudar desinteresadamente, trabajando con un mismo objetivo, unidos para salvar vidas, aliviar dolor y reconfortar a los que ya han perdido a alguien. Las catástrofes nos muestran lo mejor y lo peor de la vida...
 
Estos acontecimientos suscitan distintos debates sobre cuestiones dispares y eso me lleva a plantear algunas preguntas. ¿son información las imágenes de cadáveres y del dolor de las familias que nos ofrecen las televisiones? ¿es ético ser el primero en llegar para ayudar pero al mismo tiempo grabando con un teléfono móvil? ¿son fiables las versiones oficiales o las denuncias que circulan por Internet? ¿es lógico que Galicia continúe en fiestas en muchos ricones a pesar de que se haya decretado una semana de luto oficial en toda la Comunidad?
 
Hay quien piensa que la mala suerte se cebó con esas personas, que el error humano es imperdonable, que los muertos no resucitan por suspender fiestas y que enseñar el horror sin pudor sensibiliza... Hay quien se indigna al ver determinadas imágenes pero tampoco cambia de canal, está de acuerdo con las banderas a media asta, el luto oficial y el minuto de silencio pero que no le toquen la verbena de su pueblo. Hay quien considera que cualquier documento que deje constancia de lo que ocurrió en el primer instante ayuda a la investigación y que ocultar imágenes duras va en contra de la realidad de una situación dramática. 
 
En principio parece que todas las versiones, como casi siempre, tienen su punto de razón. Desde luego me parece que gestionar una tragedia de estas características es muy difícil y que, por el contrario, criticar los errores que se puedan cometer muy fácil. Las imágenes dejan constancia de una escena digna de cualquier guerra... Son fuertes, nos acercan al caos que se debió vivir... nos dan una idea certera del sufrimiento de las familias cuando les vemos esperando noticias, desesperados, y consiguen que se nos arrugue el corazón con cada fotograma. También nos enseñan historias con final feliz y héroes anónimos que se implican sin pensar en nada más que ayudar.
 
De todo lo que he visto, leído y escuchado hoy, me quedo con la descripción que hacía un policía de la hilera de muertos cada vez más larga, y su soledad tendidos en la vías... Él cuenta que los móviles comenzaron a sonar... y ahí su voz se entrecorta...
 
Me imagino que en esa situación el mundo se te cae encima... lo cruel que te sientes si no contestas y el pánico que te invade si lo haces. A este lado del teléfono el silencio de la muerte y al otro una madre, padre, amigo, hermana, novio.... que espera ansioso y aterrorizado oir la voz amada.
 
Terrible.

martes, 30 de abril de 2013

Hasta el infinito y más allá...

Se acerca peligrosamente el día de la madre... Por eso debe ser que Sara me bombardea con preguntas sobre mis deseos y apunta descaradamente lo que le contesto... Le cito conciertos a los que me gustaría asisistir pero a los que, salvo milagro, nunca iré, libros que pretendo comprar pero no encuentro el momento, un bolso color marrón, camisetas de colores vivos o una crema anti todo que funcione. Pero mi verdadero anhelo no se lo he dicho porque no me he atrevido y además es demasiado pequeña para entender su significado.

¿Cuál es mi deseo oculto para el día de la madre? imagino que el mismo de todas las madres a lo largo de la historia: que mis hijos no sufran en el sentido amplio de la palabra. Un imposible, ya lo sé y además egoísta. Todos sabemos que a través del sufrimiento, del error, de la frustración se aprende y se crece como persona. Pero es que ellos son míos aunque no me pertenezcan...y una sufre casi casi por todo: a ver, a groso modo,  unos ejemplos sencillos y casi intrascendentes (por supuesto, voy a obviar problemas graves de salud porque no prentendo hacer de esta entrada un drama). Así que a lo común y trivial. ¿os suena?
 
1.- Un niño no le deja los juguetes en el parque o en la playa y ellos vienen a quejarse a nosotras con su carita compungida y a punto de llorar
2.- Tosen toda la noche hasta ponerse colorados e incluso vomitan.
3.- Van al colegio por primera vez y tal vez se adapten mal. Pero cuando ya están más que adaptados alguien pega o muerde o empuja o rechaza....
4.- Pierden algún partido o no se les escoge para el equipo o fallan en el momento del solo teatral o musical.
4.- No entienden por qué se les riñe, se les prohiben cosas que ya hacen o tienen fulanita o menganita, o se les dice "no" a aquello que esperan como agua de mayo.
5.- En algunas ocasiones demuestran su frustración con malas contestaciones, desafíos variados y actitudes que sacan de las casillas.
5.- Discuten con sus amigos, se sienten desplazados....
 
De momento mis hijos son pequeños así que los "padecimientos" más importantes se harán esperar aunque Sara camina rápidamente hacia la pre adolescencia e imagino lo que se me viene encima... Más y más alegría y más y más sufrimiento.    
Por supuesto que ya los "pitonisos" y "pitonisas" que nos rodean se encargan de descargar sobre nosotras una retahíla de acontecimientos que presuntamente van a ocurrir sí o sí. Coño...¿la gente no sabe respetar los tiempos de los demás?¿será tan complicado aprender a no actuar como un pájaro de mal agüero? Debe serlo porque la gente nos "ayuda" con toda clase de predicciones acompañadas de refranero popular... "Hija eres, madre serás" suele ser la más repetida. Y además es cierta.
 
La maternidad es maravillosa cuando estás embaraza (si todo va correctamente, claro) porque esa personita que llevas dentro va contigo a todas partes, estás gorda pero divina, nadie o casi nadie se entromete en tus decisiones y tu ilusión supera todos tus miedos. Es cierto que nacen niños todos los días y algunos en condiciones más que dudosas pero sin entrar en mayores detalles, para nosotras cada embarazo es especial porque cada uno de nuestros hijos lo es. Da igual el primero que el segundo. Si las que tenéis uno os complicáis la vida pensando que no querréis igual al segundo no perdáis ni un segundo de vuestro valioso tiempo. Ellos son maravillosos por sí mismos y el amor que se siente es el mismo, diferente porque ellos son distintos pero exacto en calidez e intensidad.

En mi caso he disfrutado más de los primeros años de Sergio. Primero porque lo viví más relajada, más madura, sin exigirme todo el tiempo perfección y sin miedos en algunos casos absurdos que tuve con Sara. Y segundo porque las circunstancias personales y profesionales fueron diferentes con ella y el dolor y el sentimiento de culpabilidad que sentía por no estar todos los días a su lado y perderme detalles de su crecimiento me acompañarán siempre. Todavía me lastima pensarlo y en mi obsesión por pretender compensárselo cometí errores. Con Sergio he tenido más suerte.
 
Al post parto hay que darle de comer a un lado. Independientemente de que nosotras (sobre todo cuando somos primerizas) no volvemos locas, es duro amoldarse a la nueva pieza del puzzle de la vida que absorbe por completo tu tiempo y tus sentimientos y además llena de dudas y angustias cada paso que das.
A pesar de que hemos oído hasta el aburrimiento aquello de que las mujeres de antes parían y al día siguiente ya trabajaban en el campo, es absolutamente cierto que el estado físico en el post parto no es el ideal para enfrentarte a tu nueva realidad con fuerza. Estás cansada, las hormonas revolucionadas, las noches son eternas y los días transcurren a gran velocidad con tu casa sumida en el caos. Y a eso, debemos añadirle la dificultad que supone soportar estoicamente los juicios, opiniones, comentarios desafortunados y consejos de cualquiera que se cruza en tu camino.

Si llora... seguro que tiene hambre, la leche de tu pecho no lo llega, es mejor que le des "ya" un biberón. Si lo has abrigado está incómodo porque tiene calor y si va más ligerito o se le ven los ojos debajo de la manta "mujer, tápalo que seguro que tiene frío". Si aún no ha probado la fruta, qué esperas que luego te será más difícil. Si no engorda suficiente échale una palada de cereales en el biberón. Si engorda, cuidado que lo vas a convertir en un niño obeso... Si vuelve a llorar, cógelo así o asá que esa postura en la que amorosamente lo meces no le gusta. Si lo llevas a la playa es demasiado pronto y dice la tele que es muy peligroso. Si no lo llevas, sácalo a la calle que se te va a quedar pálido...Si lo duermes en brazos cuidado que se acostumbra, si no va a la guardería está enmadrado, si va antes del año es demasiado pronto pobrecito... En fin... que si la insistencia en alguna de las citas anteriores sobrepasa un determinado límite, algunas nos molestamos, se nos nota en la cara y solemos decir un educado "yo creo que es mejor así o prefiero hacerlo así". O algo peor...
Y entonces surge la frase estándar que no soporto de la mamá veterana ofendida porque pones en duda su experta opinión: "yo crié a los míos así y ahí están". Me gustaría que algún día ese tipo de personas entendieran que criar a nuestros hijos como nos parece mejor no significa cuestionar lo que ellas o ellos hicieron o acusarles de haberse equivocado. Es, sencillamente, nuestra decisión.

En todo este tipo de situaciones que he descrito (y muchas más que amablemente me podéis contar en vuestros comentarios) es donde las mamás comenzamos a aprender el significado de la palabra paciencia y su práctica diaria que tanta falta nos hará después.

Es difícil ser madre...o mejor dicho, intentar serlo. Es un trabajo a jornada completa que requiere un nivel de entrega total y que no estamos preparadas para asumir de forma instantánea desde el momento del nacimiento.  Y no pasa nada. ¡cuántos problemas nos evitamos cuando entendemos que somos humanas!

A una madre esa entrega al máximo nivel, como al soldado el valor, se le supone... Pero yo no me siento peor madre reconociendo que, a veces, el día a día me satura, que estoy agotada y en cierto modo infeliz. Claro que, tras la tormenta vivida a las 8 de la tarde con llantos, riñas y algún que otro grito me asomo a sus habitaciones... Duermen plácidamente, son niños felices y ¡¡¡muy guapos!!! Entonces respiro hondo y siento lo contrario que hace un par de horas: Felicidad. Mi energía está ya renovada para repetir faena mañana por la mañana y cumplir con mi "trabajo" sin más sueldo que la satisfacción enorme de verles crecer sanos y alegres.

Pero en esta labor 24 horas, desde mi punto de vista, una madre debe procurar querer sin malcriar, enseñar con el ejemplo, decidir con prudencia, tensar y soltar cuerda, apoyar, reir, acompañar, comprender... tantos y tantos verbos se me ocurren que no quiero escribirlos. No es cuestión de presionarnos más ¿no?
 
Una de las cosas que he descubierto y más me impresionan como madre no tiene que ver con mi propia maternidad, sino con el hecho de ser hija. Un hijo tiene claro desde siempre que su madre le quiere. Pero es que ahora soy consciente de que hay alguien en el mundo que siente por mi un amor incondicional, fuerte, hermoso, que no admite medianías, que salta muros, soporta tempestades y atraviesa el corazón. Alguien que, como dice el juguete de Toy Story me ama hasta el infinito y más allá... Y eso es algo muy grande. Gracias mamá.

jueves, 4 de abril de 2013

Paraguas, pasos de peatones y escupitajos...

El civismo....Esa gran palabra con la que todo el mundo se llena la boca para acusar de la carencia de él a los demás pero que nadie se aplica a sí mismo. Algo parecido a la honradez que le exigimos a los políticos (que la necesitan dicho sea de paso) pero que no sirve para nosotros cuando valiéndonos de la picaresca engañamos, exageramos, fingimos... o lo que haga falta para arañar unos euros de una subvención, una ayuda, una indemnización del seguro del coche, o de la casa... En fin, la lista es casi interminable y algunos hasta se jactan de ello.
 
Pero la entrada de hoy surge porque estoy indignada como consecuencia de un detalle pequeño, tal vez sin importancia vital, pero que dice cosas de la sociedad en la que vivimos: me han robado el paraguas en el paragüero de una cafetería.... No os riáis porque si pillo a la o el sinvergüenza que se lo llevó le monto un pollo...

No dejan de sorprenderme, creo que por suerte para mi, este tipo de cosas. Alguien se da cuenta de que llueve, no tiene paraguas, coje el primero que ve y sale de la cafetería tan tranquilo. Sin más, sin consideración de ninguna clase, con total impunidad y, por supuesto, sin remordimiento. Su dueño o dueña, quizá una persona mayor que se mueve con dificultad y que se mojará mucho en el camino de vuelta a casa le importa un pepino. Vida por vida, primero la mía dirá el o la susodicha,  pero la salva con algo que no le pertenece, que ha hurtado... porque no solo se roba dinero o joyas. Cualquier cosa de la que no seas propietario, sea lo que sea, pequeña o grande, cara o barata, si te la llevas eres un ladrón. Así de sencillo.
 
Así que, con el cabreo que tenía, me he dedicado a recordar detalles  del comportamiento de mis conciudadanos y encontré la excusa perfecta para escribir esta entrada, porque lo del paraguas no da para mucho más que un enfado monumental pero pasajero. Algunas de esas actitudes a las que me refiero ya son viejas conocidas....léase cagadas de perros, grafitis en monumentos de interés histórico, bolsas de basura fuera de los contenedores, chicles pegados en sitios increibles...

Pero hay una cuestión de "modales" a pesar de que la palabra suena cursi que me molesta especialmente. El asunto del "por favor" y del "gracias". Quizá yo soy de otro planeta, pero cuando entro en un sitio (banco, supermercado, Ayuntamiento, cafetería etc etc) digo "buenos días". Normalmente casi nadie me contesta. Y no satisfechos con esto, algun@ se gira y me mira como perdonándome la vida. ¡ a quién se le ocurre entrar en un sitio y saludar! ¡si no nos conocemos! parecen decirme.

Eso al entrar, porque a la hora de salir, una, que es un poquito rara, cede el paso o sujeta la puerta para que alguien salga. ¿Me mira a la cara?. No. ¿Me hace un gesto cómplice? No. ¿Me da las gracias? No. Ahí si que ya no suelo aguantar y suelto un "de nada" en tono alto y claro... Y no vayáis a pensar que eso les hace reaccionar... Como mucho se hacen los sorprendidos y ponen cara de póker. Si es que la que se comporta de modo extravagante seguro que soy yo...
 
También hay algo que me llama especialmente la atención y es el motivo por el que la gente se tira a los pasos de peatones. Que conste que me parece correctísimo que se proteja al peatón y tenga preferencia al cruzar incluso cuando lo hace a paso de tortuga por cualquier sitio de la calle e incluso carreteras. Por ejemplo, un cruce sin visibilidad, un semáforo en rojo o por el medio de los coches mientras esperan en una isleta... Pero de la preferencia a la inmortalidad hay un trecho.

No hay una estadística, pero si la hubiera, estoy absolutamente convencida de que el 95% de las personas que caminan por la calle no miran antes de cruzar ni siquiera por el rabillo del ojo. Y si lo hacen, es para fulminarte porque no has parado a la distancia que ellos consideran adecuada. No mirar dando por hecho que el mundo se parará porque cruzan por un lugar habilitado para ellos, es un característica común que no distingue edades ni sexos. Y no será porque nuestras mamás no nos hayan insistido hasta aburrirnos "mira a los dos lados antes de cruzar".

Pese a todas las advertencias, algunos deambulan con los auriculares puestos aislados del mundo, casi adormilados...Otros podríamos calificarlos como indecisos... ahora cruzo, ahora no... Me ponen nerviosa los que hacen el amago y luego giran en redondo o los que charlan animadamente en el borde de la acera delante del paso de cebra poniendo a prueba tus artes adivinatorias al volante. ¿cruzará no cruzará? he ahí la cuestión... No puedo olvidarme del director de tráfico frustrado.  Está parado delante del paso de peatones y cuando paras, te hace una seña para que continúes y acto seguido cruza casi rozándote el culo del coche. Y qué decir del indignado... que aparece de pronto por detrás de una furgoneta aparcada encima del paso de cebra que te impide ver. Tu frenas bruscamente a pesar de que ya vas a 10 por hora en previsión de que pueda aparecer alguien cruzando. Te hace aspavientos como un energúmeno porque según él casi lo matas (en sentido figurado, claro) y continúa su camino braceando sin pararse a razonar que los coches son máquinas, que tu como conductor todavía no tienes visión por rayos X y que tal vez y solo tal vez debería haberse asomado un poquito por detrás de la furgoneta antes de atravesar la carretera.

Desde luego cuando actuamos como conductores la cosa no mejora...ni mucho menos. La solidaridad al volante no existe.
Lo de facilitar la incorporación al tráfico es una utopía porque se hace de todo precisamente para entorpecerla. ¿qué sentido tiene estar con el intermitente a la derecha para aparcar durante 5 minutos si nadie te lo permite porque no se detienen? ¿qué sentido tiene parar en doble fila cuando dos metros más adelante hay un hueco y podrías esperar allí sin molestar? ¿qué sentido tiene acelerar cuando te adelantan y frenar de forma violenta solo por fastidiar? ¿qué sentido tiene pitar hasta enloquecer por el más mínimo detalle, desquiciarse porque aún no han fabricado coches con alas para los atascos e insultar a las madres del conductor que va delante? Es, como digo en todas y cada una de las entradas de este blog una cuestión de educación y respeto.

Pero lo que ya es el colmo de la mala educación pero relativamente frecuente es el "famoso" escupitajo, así, en plena calle, sin ningún disimulo. Ni siquiera miran a un lado o atrás por si alguien corre el riesgo de sufrir el impacto. Es más, diría que lo hacen con cierto aire de suficiencia molesto y una naturalidad que asusta.... ¿Cómo se puede hacer algo tan asqueroso y quedarse tan pancho? Como en casi todo en la vida podemos distinguir tipos y categorías de escupitajos dependiendo de múltiples factores...

Pero creo que esta vez no haré una descripción tan exhaustiva....

 

domingo, 3 de marzo de 2013

La mujer y sus circunstancias.

A propósito de un artículo de Pérez Reverte que mi hermano subió hace unos días a facebook titulado "Una mujer de treinta siglos", en el que aborda el papel de la mujer durante la historia y, por supuesto, en la actualidad, he reflexionado sobre las mujeres de mi generación, la diferencia entre lo que vivieron nuestras madres, nosotras mismas, nuestras circunstancias y lo que les espera a nuestras hijas.

Como comienzo de esta entrada me ha venido a la mente una frase lapidaria que mi hija me dijo un día cuando yo estaba embarazadísima de su hermano. Íbamos juntas en el coche, no recuerdo exactamente dónde pero sé que intentaba aparcar y tras dar unas cuantas vueltas, creí ver un sitio y dando un volantazo giré hacia allí casi sin poner el intermitente... Pero, mi gozo en un pozo... era una plaza para discapacitados. Al ver que no me metía en el hueco, Sara, muy observadora ella, me preguntó la razón por la que no había aparcado. Le respondí que era una plaza reservada a minusválidos.... Y ella, siempre tan directa, me contesta: "tu estás embarazada, eres como una minusválida..." 
 
Era evidente que en mi octavo mes de embarazo sufría cierta incapacidad o discapacidad según se mire para determinadas tareas... Entre ellas, las ya conocidas y comunes a todas nosotras de no verse los pies y no poder depilarse la ingle.
Pero en mi caso particular añadiré una que de entrada quizá parezca absurda, pero es terrible: salir del coche después de aparcar, sea en la calle o en el parking de algún centro comercial. Es una circunstancia en apariencia intrascendente pero creo que muchas de nosotras hemos experimentado esa sensación de impotencia cuando abres la puerta para bajar pero simplemente NO CABES.... Y esa barriga que luces con orgullo no disminuye aguantando la respiración y además no quieres golpearla contra nada... Y en ese instante te sientes inútil, te cabreas, casi tienes ganas de llorar.... Estás literalmente atrapada. Has ido al centro comercial para hacer unas compras, tomar un café, dar un paseo... Tienes carnet de conducir, pero no puedes salir de tu coche...

¿Adónde quiero llegar con esto? Pues a que esa situación en cierto modo cómica es una especie de metáfora de lo que nos sucede a las mujeres de nuestra generación, a caballo entre la opresión que sufrieron nuestras madres y la educación presuntamente libre que intentamos dar a nuestras hijas... Tengo una amiga que dice que el feminismo lo inventó un hombre y, a pesar de que esa afirmación me parece exagerada, últimamente comienzo a considerar la posibilidad real de que los mayores beneficiados del feminismo llevado al extremo son los hombres.
Todas las revistas consideradas "femeninas" tipo Elle, Vogue, Cosmopolitan y demás hierbas, flaco favor han hecho a nuestro sexo a pesar de que su etiqueta es que son revistas para mujeres modernas, dueñas de su vida y de su tiempo y no sé cuántas chorradas más. Nos han convencido de que somos superwoman, podemos tener éxito profesional siendo a la vez madres amantísimas y parejas ideales, además de eficaces señoras de la limpieza, cocineras y taxistas de niños todas las tardes en la ruta de sus actividades extraescolares. Y, por supuesto, con un cutis envidiable, unos vaqueros que no sobrepasen la talla 40 y una permanente sonrisa que oculte el estrés, el cansancio e incluso a veces la tristeza.  

Está estadísticamente comprobado que las mujeres cobran menos por desempeñar el mismo trabajo que un hombre (hasta en los puestos directivos) y que a los empresarios les produce rechazo contratar una mujer dado es que una "probable" madre de niños que se ponen enfermos y la obligarán a salir algún día antes de la hora para ir a buscarlos a la guardería... Todo esto porque se da por hecho y está socialmente aplaudido que es la mujer la que debe renunciar a su trabajo, incluso a un posible ascenso por el bien de su familia. Sin embargo, a nadie le da "miedo" contratar a un hombre que también es un padre "probable" porque se tiene la seguridad de que él delegará en la madre todas esas tareas engorrosas aunque ella también tenga un puesto de trabajo.
 
Es mentira que las mujeres estemos "liberadas"... ¿qué coño es eso?. Hacemos exactamente lo mismo que hace 40 años y encima trabajamos fuera de casa para traer un sueldo que simplemente cubre los gastos mensuales porque hemos reducido la jornada para "criar" a nuestros hijos. Esta supuesta liberación lo único que ha conseguido es duplicarnos el trabajo. Así que, como mucho, somos esclavas manumitidas como en la antigua Roma.

Cierto es que ya no "aguantamos como las de antes". Cada vez que escucho esa frase se me revuelve el estómago y siento tristeza por los/las que la pronuncian. Hemos entendido que somos personas y que no estamos bajo el yugo de ningún ser superior de sexo masculino. Hemos crecido en derechos, en posibilidades, en autoestima, pero la verdadera independencia como mujeres todavía no la hemos conseguido: la de decidir sobre nuestro cuerpo, la de que se nos considere personas y no objetos incluso en las situaciones cotidianas, la de que no se nos mire como bichos raros porque no tenemos hijos o porque tenemos 5, la de no sentirnos observadas, juzgadas y sentenciadas por la medida de la falda o la profundidad del escote.

Y esto en el "civilizado" mundo occidental, porque en otros lugares todos sabemos la "mala suerte" que se tiene por el mero hecho de nacer mujer: No se les permite ir al colegio, soportan la ablación como parte de su cultura, se las obliga a la prostitución, a matrimonios impuestos en edad infantil con un hombre que ellas no han elegido, incluso su propio violador, burkas, malos tratos... Una lista negra y demasiado larga de la que posiblemente algo te tocará solo por tu sexo. Es terrible.

Con la excusa de preguntarle a Sara sus lecciones sobre "Coñecemento do Medio", a veces charlamos de cómo era la vida hace algunos años. Alguna vez os he comentado que los detalles de mi infancia la dejan fascinada, quizá porque imaginarme de niña le resulta extraño y eso despierta su curiosidad. Para ella, un mundo sin móviles, sin Internet, sin mil canales de televisión es el Paleolítico y da por hecho que lo que nos rodea en todos los sentidos no solo en el tecnológico ha existido desde siempre...

Cuando estudió un poquito de la historia de España  y leyó que las mujeres habían votado por primera vez en el año 1931 no lo entendió. Su pregunta fue directa, como siempre: - ¿se inventó el derecho a votar ese año?- me dijo. Le contesté muy seria, intentando enfatizar mi respuesta: -No, es que en España solamente podían votar los hombres. Su reacción fue parecida a cuando me llamó minusválida por estar embarazada. Una sencillez abrumadora en la percepción de las cosas que me resultó emocionante:

-Pues vaya tontería...votan las personas ¿no?

martes, 12 de febrero de 2013

A propósito de Sara...

 


Estos días había decidido dedicarle una entrada en el blog a Sara por el día de su cumpleaños pero intentando alejarme de los consabidos: "cómo pasa el tiempo, qué mayor está, si parece que fué ayer..." Pero no es tarea fácil porque, en realidad, es exactamente así...
 
Por remontarme al principio de esta historia diré como verdad irrefutable que el nacimiento de un niñ@ revoluciona todo tu mundo y el de tu entorno hasta niveles insospechados y se multiplica por mil si, como fué su caso, es el primer bebé para padres, abuelos, tíos... Para que nos entendamos, un verdadero cataclismo de emociones que nos transformó uno por uno y para siempre. 
 
Un hijo es un disparo directo al corazón que convierte tu vida en un torbellino del que ya nunca saldrás. Y reconocer eso forma parte del viaje que emprendes el día que nace porque hasta ahí todo eran suposiciones propias, indirectas de familiares, consejos de amigos y frases agoreras de cualquier conocido que se cree con derecho a opinar.
 
Existe un cierto paralelismo entre el tiro que le pegan a Harrison Ford en la película cuyo título plagio en esta entrada y el impacto que supone la maternidad. A él, en la ficción, esa circunstancia le concede una segunda oportunidad para rectificar errores y mejorar como persona. A mi me ha dado la posibilidad de madurar, de entender, de escuchar, de sentir...
 
El instante en el que advertí que ocurría algo grande, diferente a cualquier cosa que hubiera imaginado fué el momento en el que latió el pulso de la vida y, como en cualquier película, ví su cara... aprecié su olor. Una visión fugaz pero que va más allá de lo comprensible y que produce escalofríos...
A partir de ahí y sobre todo en los días, semanas, meses y años siguientes entendí esa realidad que te anula y te confirma a partes iguales. Acepté que todo se vuelve del revés en tu interior cuanto le sube la fiebre y llora porque le duele algo, o le sangra la nariz, o un niño en el parque no le deja sus juguetes o siente miedo en su primer día de piscina. Asumí como parte de mi oficio como madre que las mariposas en el estómago aparecen cuando tiene un papel protagonista en el festival del colegio y se van cuando ha terminado con éxito y mi sonrisa de alivio y por qué no, de orgullo, ilumina todo el salón de actos. Acepté que mis sueños y mis miedos ya no me pertenecen, que soy el espejo en el que se mira y que mis errores la desorientan y mis aciertos la guían. Y que es mi responsabilidad acompañarla en su camino.
 
Escribir sobre Sara es un verdadero ejercicio de autocontrol porque se me ocurren un montón de palabras bonitas con las que llenar esta página si me dejo llevar por el torrente de sentimientos hermosos que van inevitablemente unidos a su nombre.


Sara es la que se despierta y se duerme día tras día en la habitación de al lado, la que huele a inocencia y a risas. Es inteligente, firme, cariñosa, alegre y directa. Algunas de sus ocurrencias son dignas de ser anotadas, sus preguntas imposibles y sus argumentos agotadores... Me corta la respiración cuando me abraza y dice “te quiero, eres la mejor” y me mira con esos ojitos vivos y grandes. Sonríe y me llena el alma…
 
Es la maestra que me ha enseñado a llorar sin pudor... La que me muestra día a día cómo el tiempo desfila rápido e implacable ante mí, perceptible en cada detalle de su físico, su ropa, su aprendizaje y su lucha por ser independiente.
 
A lo que hoy escribo no lo acompaña la preocupación por el mañana ni lo contamina el disgusto del ayer... Son palabras sencillas y libres, una caricia a mis propios sentimientos, esos que nacieron un martes de carnaval hace 11 años.
 
 

 

martes, 29 de enero de 2013

La "profe Berta"


Hoy escribo aún conmocionada por la noticia que, como suele suceder, no por esperada impresiona menos, para compartir con vosotros un acontecimiento triste: Ha muerto “la profe Berta”, maestra de educación infantil en el colegio de mis hijos.
 
Sara fué alumna suya a los 3 años y solo encuentro palabras de cariño y agradecimiento para ella. Este año también había empezado a ser su alumno mi hijo pequeño, Sergio.
 
Desgraciadamente la enfermedad que padecía y que la apartó un tiempo de su vocación volvió cuando ya parecía superada y tuvo que ausentarse ya de modo definitivo de la que siempre será su clase. Yo, que no soy de lágrima fácil, cuando llegué este viernes pasado al cole a dejar a mi hijo y colgué su cazadora en el perchero, no pude contenerme y lloré al recordarla con su mandilón azul y su sonrisa amplia a primera hora de la mañana todos y cada uno de los días...

La profe Berta era ese tipo de persona que no te deja indiferente, ni como profesional ni como ser humano. Probablemente la mayoría de nosotros recordamos con especial afecto a algún profesor o profesora de nuestro pasado escolar, por su carácter afable, su simpatía, su modo de enseñar y motivar o incluso por su severidad. A pesar de que el recorrido de mi hija aún es corto (estudia 5º de primaria) sé que esa persona para ella ha sido y es Berta.

En mi caso particular, recién llegados a Vilagarcía desde otra ciudad y sin conocer a nadie, ella representó desde el principio el papel integrador que necesitas cuando llegas a un lugar desconocido. Era absolutamente maravillosa. Nunca una mala palabra o un mal gesto, nunca un drama o una bronca y siempre amabilidad, comprensión, positivismo, respeto y alegría.

La “profe Berta” es la imagen del maestro en el sentido romántico de la palabra: paciente, cariñosa, dulce, detallista pero rigurosa a la hora de aplicar disciplina en "elementos" que comienzan a formarse e inician su camino en la sociedad de manera activa. Cada niño que estaba en su clase era especial para ella y así se lo hacía sentir. Y creo que por ese motivo todos la adoraban... bueno no, la adoran. Yo he visto niños y niñas mayores pararse en su aula al salir del colegio sencillamente para saludarla o darle un beso. Y el día que los profesor@s dieron la noticia a cada uno de sus grupos, las caras a la salida eran la imagen de la tristeza... Incluso algunos, llorando, buscaban el abrazo y el consuelo de sus padres. Fué realmente emocionante...

Los niños pasan muchas horas en el colegio, y la tarea de educar debe ser compartida con los profesores aunque, por supesto, lo fundamental sea nuestra labor como padres y madres. Ese entendimiento entre las dos partes es mucho más complicado de lo que pudiera parecer y en estos tiempos en los que se extiende la creencia de que los valores importan poco, me siento feliz de que la profe Berta haya formado parte de la vida de mis hijos. Ellos son lo que más amo en el mundo y haber pasado por sus manos seguro que les habrá ayudado a ser mejores personas, porque lo que ella inculcaba no se basaba exclusivamente en cuestiones académicas sino en el respeto, el compañerismo, la honradez y la alegría. Y cariño, mucho, mucho cariño...
 
La "profe Berta" no era una profe más, era una persona extraordinaria, alguien "especial", que irradiaba ternura y que ejercía su profesión con una entrega total, con alegría, con eso que llamamos "vocación", a pesar de que algunos ya no entiendan el significado de esa palabra. El recuerdo que guardaremos de ella es hermoso, de esos que ni el tiempo consigue borrar.

Ese es su legado.



 

martes, 1 de enero de 2013

¿Para qué me compras nada?

Esta semana recién estrenada previa al día de Reyes acostumbra a convertirse en una sucesión de momentos estresantes... Uno de ellos, tal vez os suene, es pasarse la tarde comprando cosas para todo el mundo menos para ti. Y entonces  llegas a casa con una súper bufanda de vuelta doble de esas que se llevan este invierno, moderna y abrigosa pensando en que tu maridito pasa mucho frio cuando va a trabajar y le vendrá bien y él te recibe con un "¿para qué me compras nada?".
En fin, pues no voy a fingir... me mosquea. Yo intento disimularlo con mi mejor sonrisa y le digo aquello de "no pasa nada, se devuelve y ya está".
¡¡Pues sí que pasa coño!! andar cargada con las bolsas de aquí para allá, cambiando cosas, buscando tallas y colores y para rematarla encontrar los tickets en la cartera que a pesar de que los guardas con esmero nunca aparecen, es un incordio mayúsculo que ellos nunca entienden porque están convencidos de que disfrutamos.

Ese tópico de que a las mujeres nos gusta ir de compras es exactamente eso: un tópico. Porque, para que nos entendamos, el concepto "ir de compras" nada tiene que ver con entrar en mil tiendas de modo frenético buscando cosas necesarias e imprescindibles para nuestros niños que ya van al cole con los pantalones de hace un año que le quedan cortos no...lo siguiente. Y mirar y remirar veinte veces hasta encontrar una cazadora verdaderamente multiusos que sirva para el agua y el frío en la temporada de colegio. Y bucear entre las camisetas básicas de todos los tonos que han puesto a buen precio y elegir tres que a la niña le combinen con los vaqueros y le hagan apaño en el temido "entre tiempo". Y preguntar a sabiendas de que no hay talla de la que te gusta y sobran de la que no te arregla nada... Y el colmo del heroismo que es tratar de que nuestros maridos rompan su amistad con ese jersey que ya pide a gritos un relevo...
Por no hablar de las interminables colas para pagar... Mis brazos son el perchero y amontono las prendas con sus perchas incluidas en una especie de masa cuyo destino parece la lavadora... Y siempre le pasa de todo a la que está delante de ti... Le echas un vistazo al reloj cada dos segundos mientras derrites con la mirada a la cajera mustia que tarda un mundo en pasar cada pieza de ropa por el lector, y otro mundo más en sacarle las alarmas. También le partes la cara mentalmente a la indecisa que no sabe si pagar con la máster card o la visa, o a la que no tiene claro si quiere hacer un cambio o una devolución.
 
El caso es que yo tengo prisa, he de recoger a Sara en la piscina, o en el entrenamiento de baloncesto o en clase de inglés... Y mientras espero ansiosa en la cola, Sergio juega a esconderse entre los percheros redondos llenos de ropa con riesgo más que probable de tirar algo y no atiende a razones. Y no quiero reñirle desde el otro lado de la tienda, ni perder el sitio en la cola, ni mucho menos parecer una loca estresada que grita a sus hijos....(bueno, ésto último... en fin, otro día hablaremos). Entonces repito una y otra vez como un disco rayado: "cariño ya te dije que salgas de ahí, no puedes jugar entre la ropa" o la otra versión "esto no es un parque, no puedes correr entre la ropa". Y la más contundente y sabia de todas: "Como vaya ahí....".
 
Toda esa escena NO es ir de compras...
 
Como tampoco lo es ir al put.. mercadona. Con su musiquita desquiciante, su aire acondicionado exagerado en cualquier época del año ya sea por frío o calor, sus bandejas enormes de fruta cuando tu solamente quieres 3 piezas de cada y sus empleados excesivamente amables en algunos casos y desganados en otros cuando te ofrecen la oferta del día, semana o mes en el medio de un pasillo o mientras pagas en la caja. Y cuando terminas, metes las cosas en las bolsas y las bolsas en el coche... Aparcas delante de casa, cuando hay sitio, porque mi calle ya parece Manhattan. Si tengo un poco de suerte y no llueve pues no me agobio con el peso y voy poquito a poco realizando la descarga como si de una cadena humana se tratara... claro que la cadena humana solamente la formo yo. Bajo las bolsas hasta el portal, cierro el coche, abro el portal, llevo las bolsas hasta el ascensor...las meto en el ascensor. Paro en mi piso, las saco del ascensor, y las dejo en la puerta, busco las llaves en el bolso y cuando aparecen después de tres minutos en los que estoy al borde de la histeria, abro y meto las bolsas en la cocina.... ¡HORROR!  Ahora hay que colocar en su lugar respectivo todo lo que hay en el interior de las bolsas...

Ir de compras, es otra cosa... Deambular por las tiendas con calma, manosearlo todo, levantar la ropa en el aire y girarla para ver su aspecto desde todos los ángulos, pensar con qué lo combinarías, qué complemento necesitaría para lucir más.. llegar a la conclusión de que te encanta y, finalmente, ver el precio en la etiqueta y descartar la compra porque no te lo puedes permitir. Y así unas cuentas veces a lo largo de la tarde. Pero eso no te pone de mal humor, al menos no siempre, al contrario, entras en otra tienda y a repetir el proceso... Por supuesto que es mucho más reconfortante tener el día inspirado y encontrar lo que buscas y algo más, que te siente bien y que esté a un precio razonable. Y, finalmente, coleccionar bolsas al estilo pretty woman pero de logotipo más barato. Una con ropa o zapatos (si son ambas cosas ya es la leche), otra con algún cosmético elegido en el paraíso de mi perfumería favorita, algún foulard que tenga los colores básicos de la temporada y sirva para "todos los días", otra con cositas para casa tipo cojines que renueven el ambiente del salón...
 
Pero ellos no lo entienden.

Se supone que por el hecho de ser mujer ya tienes un instinto asesino a la hora de gastar...Y no es que esa afirmación sea exactamente falsa, pero es un arte más complicado de lo que a simple vista puede parecer y no resulta siempre igual de agradable. Es más, lo que tradicionalmente conocemos como "hacer números" es una labor que no le deseo ni a un enemigo.

Pero volviendo al principio, el hecho de que no se tenga en cuenta tu labor como compradora "para los demás" es un pelín frustrante porque, en mi caso, me gusta comprar para mi, pero sobre todo me encanta ir cargada de cosas para los niños, para él, me hace ilusión acertar y es gratificante distribuir gastos y cubrir las necesidades de cada uno en casa. Pero ya que estamos en época de buenos propósitos y en su descargo es justo decir que, bajo su punto de vista, él nunca necesita nada... Tiene una relación absolutamente  fiel con alguna ropa hasta que simplemente desaparece del armario y ha de iniciar un nuevo idilio con otras prendas, así que toda su energía se concentra en que compre para mí o para los niños. Y eso también es bonito.

Dicho esto... insisto en que llegar con la bolsa, y tu gran idea para protegerle del frío en las noches de trabajo, el último grito en bufandas dentro y que te digan la frasecita...pues molesta y punto.

Así que, cuando la cambie, no lo haré por una cosa para él... Me gastaré el dinero de la devolución en cafés con mis amigas que entenderán mi punto de vista, rajarán sin piedad de su ingratitud y colaborarán para que olvide la ofensa...

Feliz 2013 para todos.