martes, 29 de enero de 2013

La "profe Berta"


Hoy escribo aún conmocionada por la noticia que, como suele suceder, no por esperada impresiona menos, para compartir con vosotros un acontecimiento triste: Ha muerto “la profe Berta”, maestra de educación infantil en el colegio de mis hijos.
 
Sara fué alumna suya a los 3 años y solo encuentro palabras de cariño y agradecimiento para ella. Este año también había empezado a ser su alumno mi hijo pequeño, Sergio.
 
Desgraciadamente la enfermedad que padecía y que la apartó un tiempo de su vocación volvió cuando ya parecía superada y tuvo que ausentarse ya de modo definitivo de la que siempre será su clase. Yo, que no soy de lágrima fácil, cuando llegué este viernes pasado al cole a dejar a mi hijo y colgué su cazadora en el perchero, no pude contenerme y lloré al recordarla con su mandilón azul y su sonrisa amplia a primera hora de la mañana todos y cada uno de los días...

La profe Berta era ese tipo de persona que no te deja indiferente, ni como profesional ni como ser humano. Probablemente la mayoría de nosotros recordamos con especial afecto a algún profesor o profesora de nuestro pasado escolar, por su carácter afable, su simpatía, su modo de enseñar y motivar o incluso por su severidad. A pesar de que el recorrido de mi hija aún es corto (estudia 5º de primaria) sé que esa persona para ella ha sido y es Berta.

En mi caso particular, recién llegados a Vilagarcía desde otra ciudad y sin conocer a nadie, ella representó desde el principio el papel integrador que necesitas cuando llegas a un lugar desconocido. Era absolutamente maravillosa. Nunca una mala palabra o un mal gesto, nunca un drama o una bronca y siempre amabilidad, comprensión, positivismo, respeto y alegría.

La “profe Berta” es la imagen del maestro en el sentido romántico de la palabra: paciente, cariñosa, dulce, detallista pero rigurosa a la hora de aplicar disciplina en "elementos" que comienzan a formarse e inician su camino en la sociedad de manera activa. Cada niño que estaba en su clase era especial para ella y así se lo hacía sentir. Y creo que por ese motivo todos la adoraban... bueno no, la adoran. Yo he visto niños y niñas mayores pararse en su aula al salir del colegio sencillamente para saludarla o darle un beso. Y el día que los profesor@s dieron la noticia a cada uno de sus grupos, las caras a la salida eran la imagen de la tristeza... Incluso algunos, llorando, buscaban el abrazo y el consuelo de sus padres. Fué realmente emocionante...

Los niños pasan muchas horas en el colegio, y la tarea de educar debe ser compartida con los profesores aunque, por supesto, lo fundamental sea nuestra labor como padres y madres. Ese entendimiento entre las dos partes es mucho más complicado de lo que pudiera parecer y en estos tiempos en los que se extiende la creencia de que los valores importan poco, me siento feliz de que la profe Berta haya formado parte de la vida de mis hijos. Ellos son lo que más amo en el mundo y haber pasado por sus manos seguro que les habrá ayudado a ser mejores personas, porque lo que ella inculcaba no se basaba exclusivamente en cuestiones académicas sino en el respeto, el compañerismo, la honradez y la alegría. Y cariño, mucho, mucho cariño...
 
La "profe Berta" no era una profe más, era una persona extraordinaria, alguien "especial", que irradiaba ternura y que ejercía su profesión con una entrega total, con alegría, con eso que llamamos "vocación", a pesar de que algunos ya no entiendan el significado de esa palabra. El recuerdo que guardaremos de ella es hermoso, de esos que ni el tiempo consigue borrar.

Ese es su legado.



 

martes, 1 de enero de 2013

¿Para qué me compras nada?

Esta semana recién estrenada previa al día de Reyes acostumbra a convertirse en una sucesión de momentos estresantes... Uno de ellos, tal vez os suene, es pasarse la tarde comprando cosas para todo el mundo menos para ti. Y entonces  llegas a casa con una súper bufanda de vuelta doble de esas que se llevan este invierno, moderna y abrigosa pensando en que tu maridito pasa mucho frio cuando va a trabajar y le vendrá bien y él te recibe con un "¿para qué me compras nada?".
En fin, pues no voy a fingir... me mosquea. Yo intento disimularlo con mi mejor sonrisa y le digo aquello de "no pasa nada, se devuelve y ya está".
¡¡Pues sí que pasa coño!! andar cargada con las bolsas de aquí para allá, cambiando cosas, buscando tallas y colores y para rematarla encontrar los tickets en la cartera que a pesar de que los guardas con esmero nunca aparecen, es un incordio mayúsculo que ellos nunca entienden porque están convencidos de que disfrutamos.

Ese tópico de que a las mujeres nos gusta ir de compras es exactamente eso: un tópico. Porque, para que nos entendamos, el concepto "ir de compras" nada tiene que ver con entrar en mil tiendas de modo frenético buscando cosas necesarias e imprescindibles para nuestros niños que ya van al cole con los pantalones de hace un año que le quedan cortos no...lo siguiente. Y mirar y remirar veinte veces hasta encontrar una cazadora verdaderamente multiusos que sirva para el agua y el frío en la temporada de colegio. Y bucear entre las camisetas básicas de todos los tonos que han puesto a buen precio y elegir tres que a la niña le combinen con los vaqueros y le hagan apaño en el temido "entre tiempo". Y preguntar a sabiendas de que no hay talla de la que te gusta y sobran de la que no te arregla nada... Y el colmo del heroismo que es tratar de que nuestros maridos rompan su amistad con ese jersey que ya pide a gritos un relevo...
Por no hablar de las interminables colas para pagar... Mis brazos son el perchero y amontono las prendas con sus perchas incluidas en una especie de masa cuyo destino parece la lavadora... Y siempre le pasa de todo a la que está delante de ti... Le echas un vistazo al reloj cada dos segundos mientras derrites con la mirada a la cajera mustia que tarda un mundo en pasar cada pieza de ropa por el lector, y otro mundo más en sacarle las alarmas. También le partes la cara mentalmente a la indecisa que no sabe si pagar con la máster card o la visa, o a la que no tiene claro si quiere hacer un cambio o una devolución.
 
El caso es que yo tengo prisa, he de recoger a Sara en la piscina, o en el entrenamiento de baloncesto o en clase de inglés... Y mientras espero ansiosa en la cola, Sergio juega a esconderse entre los percheros redondos llenos de ropa con riesgo más que probable de tirar algo y no atiende a razones. Y no quiero reñirle desde el otro lado de la tienda, ni perder el sitio en la cola, ni mucho menos parecer una loca estresada que grita a sus hijos....(bueno, ésto último... en fin, otro día hablaremos). Entonces repito una y otra vez como un disco rayado: "cariño ya te dije que salgas de ahí, no puedes jugar entre la ropa" o la otra versión "esto no es un parque, no puedes correr entre la ropa". Y la más contundente y sabia de todas: "Como vaya ahí....".
 
Toda esa escena NO es ir de compras...
 
Como tampoco lo es ir al put.. mercadona. Con su musiquita desquiciante, su aire acondicionado exagerado en cualquier época del año ya sea por frío o calor, sus bandejas enormes de fruta cuando tu solamente quieres 3 piezas de cada y sus empleados excesivamente amables en algunos casos y desganados en otros cuando te ofrecen la oferta del día, semana o mes en el medio de un pasillo o mientras pagas en la caja. Y cuando terminas, metes las cosas en las bolsas y las bolsas en el coche... Aparcas delante de casa, cuando hay sitio, porque mi calle ya parece Manhattan. Si tengo un poco de suerte y no llueve pues no me agobio con el peso y voy poquito a poco realizando la descarga como si de una cadena humana se tratara... claro que la cadena humana solamente la formo yo. Bajo las bolsas hasta el portal, cierro el coche, abro el portal, llevo las bolsas hasta el ascensor...las meto en el ascensor. Paro en mi piso, las saco del ascensor, y las dejo en la puerta, busco las llaves en el bolso y cuando aparecen después de tres minutos en los que estoy al borde de la histeria, abro y meto las bolsas en la cocina.... ¡HORROR!  Ahora hay que colocar en su lugar respectivo todo lo que hay en el interior de las bolsas...

Ir de compras, es otra cosa... Deambular por las tiendas con calma, manosearlo todo, levantar la ropa en el aire y girarla para ver su aspecto desde todos los ángulos, pensar con qué lo combinarías, qué complemento necesitaría para lucir más.. llegar a la conclusión de que te encanta y, finalmente, ver el precio en la etiqueta y descartar la compra porque no te lo puedes permitir. Y así unas cuentas veces a lo largo de la tarde. Pero eso no te pone de mal humor, al menos no siempre, al contrario, entras en otra tienda y a repetir el proceso... Por supuesto que es mucho más reconfortante tener el día inspirado y encontrar lo que buscas y algo más, que te siente bien y que esté a un precio razonable. Y, finalmente, coleccionar bolsas al estilo pretty woman pero de logotipo más barato. Una con ropa o zapatos (si son ambas cosas ya es la leche), otra con algún cosmético elegido en el paraíso de mi perfumería favorita, algún foulard que tenga los colores básicos de la temporada y sirva para "todos los días", otra con cositas para casa tipo cojines que renueven el ambiente del salón...
 
Pero ellos no lo entienden.

Se supone que por el hecho de ser mujer ya tienes un instinto asesino a la hora de gastar...Y no es que esa afirmación sea exactamente falsa, pero es un arte más complicado de lo que a simple vista puede parecer y no resulta siempre igual de agradable. Es más, lo que tradicionalmente conocemos como "hacer números" es una labor que no le deseo ni a un enemigo.

Pero volviendo al principio, el hecho de que no se tenga en cuenta tu labor como compradora "para los demás" es un pelín frustrante porque, en mi caso, me gusta comprar para mi, pero sobre todo me encanta ir cargada de cosas para los niños, para él, me hace ilusión acertar y es gratificante distribuir gastos y cubrir las necesidades de cada uno en casa. Pero ya que estamos en época de buenos propósitos y en su descargo es justo decir que, bajo su punto de vista, él nunca necesita nada... Tiene una relación absolutamente  fiel con alguna ropa hasta que simplemente desaparece del armario y ha de iniciar un nuevo idilio con otras prendas, así que toda su energía se concentra en que compre para mí o para los niños. Y eso también es bonito.

Dicho esto... insisto en que llegar con la bolsa, y tu gran idea para protegerle del frío en las noches de trabajo, el último grito en bufandas dentro y que te digan la frasecita...pues molesta y punto.

Así que, cuando la cambie, no lo haré por una cosa para él... Me gastaré el dinero de la devolución en cafés con mis amigas que entenderán mi punto de vista, rajarán sin piedad de su ingratitud y colaborarán para que olvide la ofensa...

Feliz 2013 para todos.