sábado, 8 de diciembre de 2012

Las orquestas parte IV: los compañeros/as.

Ahora que llevo unos cuantos años alejada de la farándula (alejada muy entre comillas, más bien debería decir "retirada") he pensado aprovechar el blog para realizar una especie de repaso a groso modo de las personas que me he encontrado a lo largo de mis años en las orquestas. Porque como en cualquier trabajo te encuentras de todo: los que reman para que las cosas funcionen, los que sencillamente suben al barco y se dejan llevar por la pereza, o la comodidad, o una mezcla de ambas cosas y los que reman en sentido contrario.
 
En mi caso particular, en general, he tenido suerte... o me la he merecido, según se mire. Conocí en mis años en la música personas maravillosas que me aportaron tranquilidad, madurez, sabiduría, respeto y una perspectiva amplia de la vida. Con alguno de ellos me unió desde el principio una afinidad maravillosa tanto en lo profesional como en lo personal. En lo profesional, esa conexión dio como resultado años de un trabajo hecho con honestidad y alegría, con sus luces y sus sombras pero siempre con una entrega y lealtad absoluta.  Y en lo personal, una amistad duradera y auténtica. Pero también he tropezado con personajillos inseguros, mentirosos, llenos de envidia y carcomidos por egos enormes y frustaciones aún mayores. Pero sobre todas las cosas, ignorantes... De estos últimos conservo haber sido capaz de cultivar la paciencia, rasgo que no formaba parte de mi carácter y, sobre todo, olfato para reconocer cierto tipo de actitudes, lidiar con mano izquierda las dificultades que crean y salir airosa y tranquila.

Hay que tener en cuenta que llegué a las orquestas muy joven, de casualidad, casi empujada por amigos y familiares y que, cuando me di cuenta de lo que realmente era aquello ya estaba envuelta en una espiral vertiginosa... estudiando, trabajando, ganando dinero y viviendo a mil por hora. En un abrir y cerrar de ojos y después de varios años en orquestas semi-profesionales, casi de amigos, llegué a una orquesta "famosa", profesional y exigente que cambió mi vida.

Me costó adaptarme, entenderlo, y hacer de ello la escuela complementaria a la facultad que me hizo la persona que soy. Y siempre les estaré eternamente agradecida por ello. Era extraño mantener "oculta" la actividad nocturna que me hacía desaparecer en ocasiones puntuales del ambiente veinteañero de Santiago, para convertirme en la chica que se transformaba al subir al escenario y compartía horas de viajes y actuaciones con 14 hombres que me llevaban como mínimo 10 años (salvo excepciones contadas) y cuyos intereses, aficiones, vidas y gustos (incluso los musicales) nada tenían que ver conmigo. Es lo que tiene llevar una "doble vida". Y lo era literalmente. Muchos de los compañeros de facultad nunca supieron de mi trabajo. Y algunos que eran ya más que eso se enteraron cuando me vieron en el escenario en las fiestas de su pueblo...jajaja. Y casi les da un infarto!!. Ese anonimato con el que me protegía al principio no hubiese sido posible hoy en día, en la era de las redes sociales, youtube y grabaciones de teléfono móvil.

Cuando eres novata en los tiempos en los que yo llegué a Los Satélites (octubre de 1993 para ser exactos) es importante tener la cabeza amueblada y dejarse aconsejar... aunque luego una hace lo que le da la gana como corresponde a los 21 añitos recién estrenados que tenía cuando entré. En aquella época, era dueña de una soberbia a prueba de bomba, un carácter impulsivo y directo que me ayudó y perjudicó a partes iguales y una indecisión absoluta sobre el lugar que ocupaba en ese mundo que no sentía como mío pero que me arrastraba. Por otro lado era inteligente, quería aprender y me daba cuenta de que tenía un don especial: cantar. Y que para manejar todo lo que se me venía encima debía formarme, conocer los entresijos del mundillo y respetarlo (donde se come no se caga, que diría el Pibe), cuidar los detalles y  evolucionar hasta convertirme en una auténtica profesional.

Ahí es dónde entra en juego la calidad de las personas que te rodean. Calidad profesional y personal, por supuesto, a pesar de que yo tengo la teoría de que se va a trabajar, no a hacer amigos y que si cada uno sabe lo que tiene que hacer y lo hace con respeto, todo lo demás vendrá rodado... Pero como en toda profesión que tiene que ver con el arte, las susceptibilidades, la vanidad, el endiosamiento y el orgullo complican mucho las cosas.

Yo he tenido compañeros cuyo rendimiento variaba en función de la cantidad de amigos, familiares, fans o pelotas que estuviesen en la fiesta observando toda la actuación y preparados para darle la palmadita en la espalda en cuanto bajasen, es decir, cosas tipo..."tu eres el mejor, sin ti la orquesta no es nada, no te montan temas para que luzcas, te tienen envidia..." o lo que es lo mismo, un repertorio amplio de estupideces que envenenan el ambiente y hacen que el inseguro se sienta atacado y vea fantasmas que le perjudican en cada esquina. Nada peor que un/a cantante rodeado de un séquito de personajes que le doran la píldora y le convencen de que es imprescindible

También he compartido escenario con tipos que tocaban mucho con la lengua y poquito con el instrumento, o sea, los que antes de entrar en el ensayo por primera vez ten cuentan mil batallas de todos los lugares míticos en los que han tocado con gente de primer nivel internacional. Pero luego, cuando le ponen el papel del merengue delante no dan una.

Por supuesto no faltan los que suelen estar enfermos cuando tienen que cantar en tonalidades en las que jamás deberían haber ensayado los temas, o los que no se estudian sus voces, los que llegan tarde o los que beben más de la cuenta. También es común el que nunca está contento con nada de lo que se hace pero tampoco propone una idea para mejorar, el que jamás se escucha a sí mismo desafinar a pesar de que se graben actuaciones y lo aprecie hasta un sordo.
A unos cuantos les cuesta reconocer un error, no les gusta que se les diga que algo está mal y buscan mil excusas diferentes para justificarse, la mayoría absurdas...Una de las más habituales es "no tenía monitor"o "hay mucho barullo de fuera"

Sin embargo, como decía más arriba, por suerte para mi, a lo largo de mi años en las orquestas he vivido muchas más luces que sombras en todos los aspectos. He trabajado con buenos músicos que han sabido educar mi oído y mi voz, que me han ayudado a "culturizarme musicalmente" y que me han corregido e incluso "reñido" cuando lo he necesitado. Personas con las que compartes horas de viajes, enfados y risas, que te aconsejan, te hacen pensar y te ayudan a ser mejor. Yo siempre me he sentido querida y valorada por mis compañeros, salvo excepciones lógicas y por distintos motivos. Con el transcurrir de los años, aprendes a conocerles, convives con sus defectos y sus virtudes, conoces a sus familias, ves crecer a sus hijos e incluso nietos y, por desgracia, vas al entierro de alguno de ellos.

Pero la influencia más definitiva en todo lo que he conseguido como profesional han sido Lenny, el Pibe y Saavedra. El Pibe (DEP), por sus conocimientos, su ansia de perfección y su manera directa de decir las cosas. Supo exprimir mi talento, exigirme el máximo, y valorar el esfuerzo cuando lo había... porque de sobra sabía él que me estudiaba los temas en el coche camino del ensayo y que casi siempre podía dar un poco más. Saavedra por su sentido práctico y su entrega al trabajo. Me escuchaba y yo a él y aún sin estar de acuerdo en ocasiones, sabíamos encontrar un punto intermedio. Es, además, una persona que siempre me ha demostrado cariño y lealtad aún cuando mi carácter no se lo ponía nada fácil. Y sé que siempre estará al otro lado del teléfono si algún día le necesito.

Pero, para mi, lo más de lo más ha sido Lenny. A pesar de que no empezamos con buen pie...su dominio de lo que era el escenario, su peso como profesional y su dedicación sin desfallecer me cambiaron en lo profesional y también en lo personal. Creo que la palabra que le define como compañero es la generosidad. Todo lo que hace y dice siempre es pensando en el bien del grupo y cualquier cosa que otro aportaba para intentar mejorar siempre era recibida por él con alegría. Yo suelo definirlo como un artista completo... una persona que si no saca lo que tiene dentro su cabeza le estalla. Su imaginación no tiene límite y su capacidad de trabajo, tampoco. Es constante, concienzudo, disciplinado, autocrítico, tiene clase, es elegante,  alegre y muy muy generoso. He vivido con él situaciones disparatadas en el escenario que todavía recuerdo con una sonrisa y también momentos de una empatía total que son difíciles de explicar. En lo personal, me aportó equilibrio y capacidad de reflexión. Charlábamos mucho y además de cualquier tema. Yo era una cría que iba de sobrada y él sabía frenarme para que pensara con perspectiva sin pretender darme una lección cada día. Y en el escenario ha sido mi maestro, mi guía y mi mejor partenaire.

El recuento de compañeros con los que he trabajado es francamente complicado, porque a algunos los he olvidado deliberadamente, a otros ya casi ni los recuerdo, porque solamente coincidimos una temporada o porque la relación era cordial sin más. Cada vez que me encuentro con alguno siento alegría y nos saludamos con afecto. A los que todavía están en activo procuro acercarme a "visitarlos" si trabajan cerca porque conservo una buena relación y me gusta verles. Y lo cierto es que siempre recibo besos, abrazos, risas y muchos halagos. Les recuerdo con cariño y admiración y sé que es recíproco. Y sentir eso es estupendo.

Ahora que mi vida es radicalmente diferente y con la distancia de los años, valoro mucho más y mejor todo aquello.  Así que a los que compartieron esfuerzo y entusiasmo conmigo en aquel camino, gracias.  Y a los que me pusieron piedras en él esperando que tropezara...también.

martes, 27 de noviembre de 2012

¿los juguetes tienen sexo?


Ahora que se están acercando los reyes magos (si, si, ya vienen hacia aquí, que el camino es largo y la tarea ardua), los catálogos de juguetes forman parte del desorden de cada día en mi casa. Y reconozco que la culpa es mía, porque soy quien los rescato del buzón de la publicidad y les doy refugio en el salón, baño, cocina, dormitorio o cualquier otro lugar de mi casa al que los niños los llevan y traen hasta que las hojas se les van rompiendo y en un descuido suyo los tiro a la basura. La frase estrella de Sergio estos días es: "Mamá, ¿donde está mi revista?" 

Hoy en día los catálogos de juguetes son enciclopedias de mil páginas llenas de colorido y cosas inútiles con las que un niñ@ jamás jugaría pero que en la foto son preciosas. Son, además, instrumentos cargados por el diablo que pretenden ser una ayuda para los "reyes" a la hora de reconocer en una tienda esas cosas innombrables que nuestros hijos señalan con ansiedad cuando son pequeños o marcan con rotulador con una edad más avanzada. Tienen la "ventaja" del precio, la descripción del producto que normalmente es "se venden por separado" y la supuesta comodidad de que el comercio en cuestión tendrá ese juguete que publicita. Mentira cochina...NUNCA tienen lo que sale en la foto!!!! Se agotó, aún no nos ha llegado....y así un repertorio repetitivo de excusas para hundir todas tus esperanzas de llevarte a casa pronto lo que está rodeado tres veces con rotuladores de distintos colores y que es una auténtica odisea encontrar, sobre todo por lo de la compra anticipada...que si la anticipamos todos ya no será tal. Pero ese no el tema de hoy.

Ayer, leyendo el País.com, encontré un artículo sobre la multinacional del juguete Toys r'us... más bien sobre su departamento de márketing, ya que han cambiado algunas imágenes del catálogo de Navidad en Suecia para evitar acusaciones sobre desigualdad o sexismo que surgieron en ocasiones anteriores. Así que he dedicado un ratito a analizar los múltiples catálogos esparcidos por mi salón (la citada multinacional, Centro xogo, Din y don y otro que no acierto a reconocer porque ya le falta la portada).

La verdad es que en el apartado bebés de los catálogos la cosa es más bien neutra... Niños y niñas juegan con peluches, mordedores de todos los colores, mantas de actividades etc. En la edad pre-escolar continúa casi igual, las mesas para pintar, cuentos, teléfonos, casitas para encajar piezas y otros artilugios aparecen en las fotos por igual en manos de niños o niñas.

La cuestión a partir de esas edades se complica un poco más. En un catálogo de juguetes ya no sorprende ver la fotografía de un niño jugando con una cocinita (al fin y al cabo muchos chefs famosos son hombres) o una silla de bebé... Pero en los juguetes relacionados con la limpieza (estos carritos tan monos con fregona, cubo, escoba o la flamante lavadora imitando acero inoxidable) no vemos un niño por ningún lado. Y cuando las hojas se llenan de coches, spiderman, bancos de herramientas y monstruos varios, en ningún caso aparece una niña... Especialmente escandaloso me parece el caso de una marca conocida (LEGO) que se vende como juego en cierto modo educativo: en las cajas cuyas fotos aparecen niños tienen posibilidad de montar barcos, lanzaderas espaciales, parque de bomberos o aviones etc. En las cajas con fotos de niñas se construyen salones de belleza, remolque para un maravilloso caballo repeinado y rosa o una "casa de ensueño" cursi.

Los juguetes, hoy, están invadidos por los personajes que los niños ven en la tele. Casi no hay juguetes cuya temática sea neutra. Es decir, si te gusta Minnie Mouse, Rayo McQueen, Pepa Pig o Spiderman... encontrarás cualquier cosa con su foto (desde bragas o calzoncillos, pasando por sábanas, pijamas, platos y vasos, mochilas, libretas, paragüas, despertadores...) Hasta las consolas, mp4 o bicicletas están pensados para niñas o niños con diferente diseño y color. Si eres niña bici de Minnie, si eres niño bici de Mickey... A Pluto pueden pasearlo cualquiera de los dos.

El apartado de los catálogos de juguetes dedicado a la música es, con mucho, el más paritario: niños y niñas tocando cualquier instrumento...la batería o un piano, aunque con el micrófono mayoritariamente están las niñas y con la guitarra los niños.

El sexismo en los juguetes me parece un terreno peligroso...porque continúa vigente en muchas mentes en pleno siglo XXI que la mujer es la destinataria de ciertas tareas solo por su condición femenina y fomentar esa idea con estereotipos no ayuda a superar viejos vicios. Además de que pueden existir (de hecho ocurre) niñ@s que no cumplen ese modelo y a los que se puede etiquetar de forma dolorosa haciéndoles sentir los "raritos". Cosas a las que apenas se les da importancia se convierten en complejos, en problemas a largo plazo de los que todos somos un poquito culpables y cómplices y que no siempre terminan bien. A muchas personas pararse a pensar en esto les parece exagerado, o prescindible y, desde luego, las empresas cuyo objetivo es exclusivamente vender, no educar, no se inmutan salvo que un movimento "social" les obligue a cambiar su política, como sucedió en Suecia. 

Todo o casi todo es una cuestión de cómo queremos educar. En mi caso particular, nunca regalaría una pistola, ni me gustaría que se la regalaran a mis hijos... del mismo modo que no soy capaz de entender que la gente se divierta con los vídeojuegos de guerra.  Pero no hago de ello un drama ni me creo mejor que los que hacen lo contrario.
Trato de educar a mis hijos en la igualdad y con los detalles pequeños se aprenden cuestiones más grandes. Se trata, por ejemplo, de que ambos deben hacer su cama y poner la mesa y ambos pueden jugar con lo que quieran. Sin más límite que su propio gusto.
Pero también me doy cuenta de que, por alguna razón (hábitos adquiridos, tradición, o simplemente inclinación real) los niñ@s acuden a mirar un tipo de juguete presuntamente dirigido a  su sexo sin que se les presione a ello. Y tampoco eso debería representar un problema para la sociedad.

De hecho, tengo una prueba irrefutable: Sergio, abrió un catálogo al azar y las dos páginas de un intenso color rosa estaban llenas de barbies con sus vestidos llamativos también en rosa.... Y en una esquinita invisible había un Kent subido en un coche... Y entonces... ¿sabéis que es lo único que señaló? Pues eso.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Lo que pasa en Madrid... se queda en Madrid.

Creo que pocas cosas son tan gratificantes como una buena conversación...Por favor, las mentes "sucias" que me leen quiten esa cara de espanto... Por algo he puesto gratificante y no placentero...jajaj

Me refiero a una conversación total, esa en la que los contertulios se miran a los ojos, sabiendo que pueden decirse cualquier cosa, conociendo de antemano que quizá lastimarán un poco con según que temas se aborden... Una conversación en la que argumentas tu opinión e incluso te alteras defendiéndola con vehemencia, con determinación, con una pasión que te empuja a intentar que se entienda tu postura y "convertir" para tu causa a los demás. Ese diálogo apasionado en el que casi no dejas terminar al adversario porque ya tienes la respuesta en la punta de la lengua y crees que le convencerás, esa disputa sana y maravillosa en la que cada razón nueva que explicas parece tener más peso que la anterior (al menos para el que la esgrime). Ese tipo de conversación no se consigue fácilmente... y sin embargo lo hemos hecho posible en un coche, con muchos kilómetros por delante el fin de semana de celebración de mi 40 cumpleaños.

Hay que partir de la base de que un coche con 5 mujeres da para mucho y si son tan diferentes entre si como la vida misma pues se cumplen las expectativas en todos los sentidos... Podrían dejar en nuestras manos el país....porque allí surgieron todo tipo de iniciativas políticas, económicas, sexuales, afectivas y familiares que harían de nuestro mundo un lugar mucho mejor...

Cada una de nosotras se sentó en ese coche con la idea de disfrutar y al cerrarse la puerta la "mochila" de cada una se quedó fuera (la mochila de la vida, me refiero, la otra iba en el maletero) y la sensación de buen rollo fué constante hasta cuando nos perdimos en el monte camino de la noche del terror y los nervios empujaban para que saliese a la luz nuestro lado histérico... Porque como he dicho éramos 5 (la sexta se nos bajó del plan en marcha por problemas de agenda...jajaj) y ponerse de acuerdo sobre la ruta cuando una conduce y las demás dirigen o más bien son dirigidas por el GPS del móvil, el google map, o el sentido de la orientación de toda la vida.... pues la cosa, como mínimo, se calienta un poco. Y si además te encuentras en una "urbanización" con nombre de helado de los 80, con las casas cerradas, las farolas apagadas y chavales con aspecto gótico...pues todo se vuelve cuando menos surrealista...

Los estados de ánimo durante el viaje cambiaban en función del tema de conversación y de la carcajada y la euforia pasábamos a las confesiones a tumba abierta, a momentos tristes, recuerdos amargos y soledades compartidas.
Desde la tesis doctoral sobre el amor en todas sus vertientes, a la elección terrible entre el voto de castidad o el de silencio...allí no quedó títere con cabeza. Las que no tienen hijos quizá desistan acojonadas o le entren ganas en función de la parte del relato que recuerden y, desde luego, si hemos sido capaces de oir cantar a Leticia dándolo todo con Pepo como "coach" sin terminar locas, pues ya estamos preparadas para el fin del mundo.
Leticia es la ilusión hecha persona...no recuerdo que haya sido puntual casi nunca...pero el día que nos íbamos apareció preparada en mi casa media hora antes. Y todo lo vivió con un entusiasmo contagioso. Pepo tiene el punto de cordura que toda reunión necesita y a la vez es divertida, cómplice, positiva y muy auténtica.
Parte del éxito de la fiesta se lo debemos a Laura, artista completa que transformó nuestras maravillosas caras en personajes horribles en tiempo récord y encima gratis...inspirada en "a nena da curva". Yo creo que sacó a relucir nuestro verdadero yo interior en un día de cabreo... Ella sí que tiene un interior maravilloso....a la altura de sus piernas perfectas y su ternura infinita.
Y qué decir de Anita... si tuviera que  parar el tiempo en alguno de los momentos que nos regaló lo tendría muy difícil...algunos por espontáneos (la elección del restaurante "bonitísimo" de Ávila o el momento Bimba y Lola pasarán a la historia), otros por divertidos, como el miedo real que nos daba ya caracterizada con el disfraz con gafas o sin ellas... y alguno profundo cuando sus preguntas para realizar un "estudio" introducían un nuevo tema de conversación que nos obligaba a la aclaración de que lo que pasa en Madrid....se queda en Madrid.

Estoy contenta de tenerlas y compartir estos días ha sido un regalo enorme para mi. Ellas me aportan algo muy claro: felicidad. Bajo mi punto de vista, la felicidad como un estado total es imposible e incluso innecesario. Tal y como yo la entiendo y la siento se compone de pequeños o grandes momentos felices a lo largo del día, durante todos los días... Y este fin de semana ha estado lleno de ese tipo de momentos. Así que no solo he organizado un 40 cumpleaños especial, sino que he vivido momentos felices. ¿alguien da más?.


viernes, 19 de octubre de 2012

Facebook y mis 40


Hace ya unos días que estoy inmersa en la planificación de mi 40 cumpleaños (si, si, ya sé que aparento 38 pero es lo que hay) y como lo de fijarme un objetivo me mantiene ocupada he desatendido mi intrascendente blog.

El tema de esta entrada que, en principio, iba a estar dedicada a mis 40 tacos y su fiesta correspondiente...varió de repente cuando alguien, con buena intención, me envía al facebook esta frase:  "Mañana es el primer día del resto de tu vida...." Y entonces surge el alien que hay en mi interior y ya no puedo parar...
¿pero qué coño es esto?, ¿quién se cree esas frases lapidarias?. Mañana será un día como todos los demás, en el que acabaré cabreada, con los pelos de punta, rajando de mi marido, gritando como una loca a los niños y reventada de sueño a las 11 de la noche. Y, por supuesto, feliz. Si es que el facebook no me revienta el día...porque tengo una relación de amor-odio con él casi tanto como con mi próximo 40 cumpleaños.

Las frases con fotografía incluida que circulan por facebook me ponen francamente de mal humor...y seguro que son preciosas y su mensaje es profundo, pero es que yo soy una borde sin sensibilidad que se empalaga con tanta foto de paisajes, o de parejas que se miran embelesadas y cachorros con cara de frágiles reivindicando que no se maltrate a los animales... Es que, lo reconozco, nada de eso me enternece en absoluto... Me irritan porque muchas de ellas están llenas de faltas de ortografía y porque cada vez que quiero subir un vídeo con una canción que me gusta, el montaje que la acompaña es digno de un premio a la cursilería...

Aún así, me encanta facebook, y eso que, en ocasiones, es un arma de doble filo en el que las cosas no son lo que parecen y los comentarios siempre admiten diversas interpretaciones. Por alguna razón que se me escapa, ante determinadas situaciones que se generan al comentar cosas en los muros de nuestros "amigos" o en el propio, los susceptibles se convierten en paranoicos, los sensibles en mustios y los indiscretos en espías...

Muchos usuarios incluso se atreven a hacer cosas de las que no son capaces en persona a través de la red social amparados en la falsa valentía de la distancia...Y se convierten en gente con las agallas que les faltan en el cara a cara, dan rienda suelta a su rencor y culminan la labor con gran coraje: borran a las personas: juzgando, condenando, sentenciando y ejecutando la sentencia. Todo en menos de un minuto....Es verdaderamente impresionante.

Nada como el facebook para evaluar el nivel de superficialidad de la gente...tienen 2.000 amigos de los cuales conocen en persona a un porcentaje irrisorio, hablan con alguno de ellos una vez al mes en un porcentaje todavía menor y verse para tomar algo o charlar es poco menos que imposible... Creo que debería existir en la red social la categoría de "conocido, conocido porque me lo presentó fulanito, conocido de vista, conocido porque a veces coincidimos en el gimnasio, etc etc."

La parte curiosa y divertida del facebook tiene que ver con la posibilidad de reencuentro con compañeros de colegio de los que casi no recordamos su cara, viejos amores ya olvidados y cómplices de aventuras de instituto y facultad. Es bonito...pero dura poco... Un par de veces hablamos, que tal te van las cosas, que mayores tus niños (si los tiene) y poco más. Y pasan a engrosar la lista de conocidos sin más trámite, como la finalización de un expediente administrativo.
Aunque, por supuesto, se dan honrosas excepciones y la alegría inmensa de encontrar a alguien de quien no se sabía nada, se afianza con el paso del tiempo y es una motivación para conectarse un ratito cada día y saber qué tal le ha ido a tal o cual persona.
Porque, así como en la vida real las relaciones se trabajan, se cuidan y se basan en el respeto y la confianza, en la vida virtual del face, ocurre algo parecido y si nunca entras en el muro de un "amigo" ni lees sus cosas y las comentas con respeto, o las discutes con humor, o escuchas la música que sube, entonces no demuestras interés ni le haces sentir que es parte de tu vida. Y la relación se enfría y borras del face a tu amigo casi con la misma facilidad que aceptaste su solicitud de amistad.

Es cierto que no todo el mundo es igual de activo en facebook y así debe ser, faltaría más...algunos quizá no tienen nada que decir, no les apetece, o solo leen a otros, abrieron una cuenta por moda o por probar pero en realidad no les gusta...no sé mil circunstancias personales que hacen que tengas agregados usuarios de los que nunca sabes nada. Ahora bien, el facebook realiza una gran labor social como agenda en la vorágine de nuestras vidas ajetreadas y hace algo que muchos le agradecerán eternamente: te recuerda los cumpleaños....si el interesado lo ha puesto en el perfil, sino, a buscarte la vida poniendo una alarma en el móvil...

Una de las cosas que más me gusta y disfruto del face, es la posibilidad de comentar mi vida, mis cosas y mis sentimientos en tiempo real. Es como una ventana permanentemente abierta al mundo, cuando yo quiero y de la manera que yo quiero, con quien yo quiero. Y lo mismo con los muros de mis amigos... Disfruto visitándolos, dando opiniones con respeto, polemizando si se da el caso, viendo sus fotos, sus artículos de prensa sobre política, democracia, derechos humanos,  libertad de expresión, fútbol o música.

Pero lo que adoro del facebook es que las personas que te quieren y te comprenden cada día, son felices cuando subes fotos bonitas de viajes o cumpleaños y no se cansan de darle a "me gusta" para que sepas que están ahí y comparten tu alegría. Y si leen un estado que les hace sospechar que estás regular, enseguida preguntan, entran en tu muro y animan, comentan y finalmente te llaman para confirmar si necesitas escuchar una voz amiga o una visita sorpresa.

Y saben tu cumpleaños sin recordatorios...

jueves, 13 de septiembre de 2012

La conciencia tranquila.

Uno de estos días, cenando, Sara me comentó que desde hace un par de noches no duerme como siempre (es decir, como un tronco), sino que se despierta varias veces.  Me he sorprendido a mi misma soltándole una frase que mi madre nos decía de vez en cuando: "será que no tienes la conciencia tranquila". Ella rió y me pidió una explicación para semejante respuesta. He recurrido al ejemplo tradicional: Pepito Grillo, las mentiras, la tranquilidad de hacer las cosas bien...en fin, una serie de razonamientos generales a los que, estoy convencida, no le ha prestado demasiada atención.

¿Qué es realmente tener la conciencia tranquila? y lo pregunto desde el convencimiento más absoluto de que la conciencia, como el alma, existe, a pesar de que los horrores del mundo nos hagan pensar lo contrario. Yo, que soy la eterna optimista, también me pregunto a veces cómo algunas personas pueden irse a dormir plácidamente, satisfechas e incluso orgullosas de lo que han hecho día tras día durante su vida
Por supuesto, le doy de comer aparte a asesinos, violadores, pederastas, maltratadores....y toda clase de alimañanas que pueblan nuestro mundo y que me cuesta pensar que sean seres humanos.
Pero si de lo que se trata es de personas "normales", aunque no me gusta nada esa palabra, con vidas y aspiraciones normales (incluida que te toque la primitiva) saber si tienen conciencia, y si ésta les habla de noche o de día, si la engañan o la respetan se me antoja aún más complicado.
¿Duermen tranquilos los que nos juzgan desde la distancia sin conocernos, solamente por lo que han oído o creen saber, los que se dejan llevar por la primera impresión y sacan conclusiones absolutas sin saber nuestras circunstancias personales? Probablemente, si.
¿Duermen tranquilos los que nos mienten, nos utilizan y pretenden convencernos de que todo ha sido sin intención de hacer daño? Seguro que si.
¿Duermen tranquilos los que pretenden manipularnos disfrazados de personas honestas y desinteresadas, o los que acumulan rencor sin buscar razones y se consideran dueños de la verdad absoluta? Quizá si
.
En mi caso, duermo muy tranquila, quizá porque los errores que he cometido a lo largo de los años, ya me han pasado la factura y han cobrado... Así que estoy en un momento de mi vida en el que hago lo que creo que debo hacer y es así como me siento bien. Tal vez parezca una obviedad...pero no lo es.

Por multitud de causas, una de ellas la inexperiencia y otra el sentimiento de culpabilidad, uno se pasa algunos períodos de su etapa adulta haciendo las cosas como otros consideran correcto y justificándonos si las hacemos de modo diferente.
Es agotador, además de imposible, pretender contentar a todos, explicar cada decisión como si se compareciera ante un tribunal cada día y sentir que mi vida y mis cosas son patrimonio de todos. La familia es la gran consejera (o agorera según se mire) que se desea tener muy cerca y al mismo tiempo bien lejos.

A mi no me agobia la soledad, al contrario, me gusta, me llena, me aporta equilibrio. Y en algunas ocasiones lo que más deseo es aislarme, estar tranquila, sin más compañía que lo que siento y más sonido que el silencio....(y eso que quien me conoce sabe que hablo mucho...) A veces me apetecería coger un avión sin rumbo fijo y no volver...o tal vez algo más sencillo: no levantarme de la cama en varios días.  ¿Eso será normal? Estoy convencida de que si, de que nos pasa un poco a todos...pero no lo reconocemos porque pensamos que podemos herir a los que nos rodean haciéndoles sentir que no somos felices, que no estamos contentos con nuestra vida, con lo que nos rodea y, por extensión, tampoco con ellos. Pero cierto grado de insatisfacción forma parte de la ambición que nos ayuda a seguir creciendo, siempre y cuando ese descontento no nos inmovilice y nos convierta en personas amargadas.

Supongo que es humano pensar de vez en cuando en "qué hubiese sido de mi vida si..." (esto era una sección de una revista...). Es decir, encadenar una serie de recuerdos sobre situaciones y momentos concretos del pasado en el que las decisiones que tomamos tienen como consecuencia el lugar en el que estamos. El efecto que produce reflexionar sobre estas cosas es desasosiego, inquietud... y eso nos lleva al desvelo. Incluso creo que este tipo pensamientos demuestran un cierto grado de masoquismo... Al mismo tiempo tienen su punto interesante pero casi siempre agridulce. Todos hemos hecho cosas que nos avergüenzan, decisiones de las que nos arrepentimos y recordamos palabras que tragarnos... O, al menos, yo sí.

Es ahí donde la conciencia no nos da tregua... ese momento de soledad en el que traemos de vuelta a nuestra mente a las personas con las que hemos sido injustos, las  que hemos dejado en el camino sin considerar su opinión o sus sentimientos, las que se fueron dejándonos un dolor dañino o una alegría inmensa. Pero lo que produce verdadera desazón, más que las personas, son las decisiones que han marcado nuestro camino... El viaje al pasado es inútil y en muchos casos, doloroso. Por algún aspecto retorcido de mi personalidad, de vez en cuando me dedico a analizar mi vida, mi carácter, mis dudas, mi fortaleza, mi debilidad y mi soberbia. Pero sobre todo mis verdades... esas que admites ante el espejo y no te gustan pero que se convierten en tu mejor aliado cuando las asumes, te desnudas y mejoras... porque mejorar es la única misión cuya victoria me permite que la conciencia me deje dormir tranquila.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Las orquestas parte III: el público.

Encaro esta tercera parte de mi recorrido por el mundo de las orquestas como una especie de penitencia. Recordar algunos aspectos de ese gran enigma que es el público de una verbena me hace sonreir pero también me pone de una mala leche considerable...

La parte maravillosa de las profesiones que tienen que ver con el arte, como la música por ejemplo, es la sensación de que te realizas personalmente de una forma muy especial cada vez que tocas un instrumento o cantas, sobre todo si te gusta el estilo de música, claro, porque hay temas que es verdaderamente insufrible tocarlos y cantarlos y que ¡oh casualidad? suelen ser los preferidos del público.  La música es hermosa, subirse a un escenario  no está al alcance de cualquiera, (a pesar del instrusismo sangrante que castiga esta profesión) y debe ser por eso que llama tanto la atención y suscita todo tipo de opiniones, críticas, envidias y pasiones.

Para todo aquel que no lo sepa, las orquestas ensayan durante el invierno un repertorio de bastantes canciones, coreografías y demás elementos artísticos cuyo fin último siempre es contentar al público. De hecho, antes de empezar un pase y diseñar "la lista" de canciones que se van a tocar, el encargado del repertorio se come mucho el tarro pensando en el público para el que se va a actuar: la media de edad, la hora que es, lo que la comisión ha "sugerido"... Es decir, que prácticamente nada se hace sin un motivo razonable. Cada noche se aspira sencillamente a acertar: es decir, complacer a todos/as. Pero habría que empezar por recordarle a mucha gente que una orquesta no es un reproductor de CD (tipo discoteca móvil) que pueda tocar cualquier cosa que a alguien se le venga a la cabeza cada minuto.

La cuestión geográfica, aunque parezca extraño, es interesante en lo que se refiere al público. Hay zonas en las que la gente no sobrepasa el límite de la mesa de sonido...y no siempre por cuestión de volumen... Es como si fuese una barrera sicológica y se sintiesen más cómodos  a cierta distancia. Normalmente, ese detalle se corresponde  con un público serio y poco participativo... No aplauden pero tampoco abuchean... así que no tienes ni idea de si les gusta.
Hay otras zonas en las que das por sentado que bailarán mucho y el repertorio se organiza en función de eso. Son fiestas agradables para trabajar, da la impresión de que existe en el ambiente predisposición a pasarlo bien, a disfrutar de la música sin más historias. Durante un tramo de la noche están llenas de matrimonios con ganas de bailar. Pero poco a poco, a medida que avanzan las horas se produce un relevo generacional y son los jóvenes los que invaden el territorio para quedarse y la fiesta da un vuelco. Es responsabilidad de la orquesta adaptarse a todo tipo de auditorio para conseguir que se diviertan. La ropa que te pones, el lenguaje que utilizas, la música que se interpreta...todo es diferente dependiendo público para el que trabajas. Y conseguir eso no es tarea fácil
Quisiera comenzar el análisis del público, aclarando que, en mi caso personal, tengo mucho que agradecer. Hace ya mil años que dejé la orquesta y todavía me encuentro personas que me hablan en la calle o en una fiesta...son amables, me felicitan, me tratan con cariño y dejan constancia de que mi trabajo, en cierto modo, dejó huella. Luego me someten al tercer grado de rigor: me preguntan por mis niños, si no echo de menos cantar, por qué lo dejé, a que me dedico...Pero es bonito y quizá en su momento no supe valorarlo como debiera. Gracias desde aquí.
Ahora bien, sin ánimo de estigmatizar a nadie, a lo largo de los años, una sabe la noche que le espera en función del público asistente, por edades, sexos, horario de la verbena... En ningún caso mi pretensión es generalizar ni dar imagen de que sólo existe en las fiestas un determinado grupo de personas. Al contrario, si por algo se caracterizan es precisamente por su diversidad, por los distintos tipos de gente y por tanto de ambientes que se dan en una misma fiesta. Y la gran mayoría son estupendos. Pero lo que siempre, siempre te encuentras en mayor o menor cantidad, lo leeréis a continuación.
En el caso del público del sexo masculino la cosa suele estar clara: el blanco de sus comentarios casi siempre son las cantantes. Si hablamos de hombre de mediana edad, respetable, casado y que baila con su esposa todas y cada una de las cumbias, el comentario, aunque parezca increible, tiende a faltón... La mayoría se olvida de que tal vez la madre de la chica que canta esté al lado escuchando lo que gratuitamente se está diciendo sobre su hija... Si la falda es muy corta, menuda pelandrusca, si es corta...vaya monja...si canta regular...se tira al jefe para estar ahí...si canta bien se lo tiene creido.... En fin, un despropósito que tal vez algún día paguen con una hija, o nieta en una orquesta.
Si la edad ronda la treintena, la cosa se pone al rojo vivo: van de listos, es decir, aparentan pasar de lo que ocurre en el escenario con cierto desprecio, pero al mismo tiempo no le quitan ojo ni a los bailes ni al modelito de la cantante. Algunos, incluso, se permiten alguna frase del tipo "quedamos luego...." acompañada de diferentes gestos "llamativos" por ser fina, vaya. También se olvidan de que quizá en otro momento de su vida vayan a la fiesta para ver trabajar a su hermana, o novia...
Cuando es la edad del pavo la que domina la fiesta (entendiendo como edad del pavo el tramo 17 a 30) todo es bastante previsible y a veces desagradable, teniendo en cuenta que no hablan ellos, sino todo lo que se toman y que además van en manada. En realidad no son difíciles de manejar, pero sí agotan por torpes e impulsivos.

Y las mujeres....buf...

Agarran a su pareja con una fuerza desmedida, mientras atraviesan la fiesta por delante del escenario... y pobre del que gire la cabeza hacia arriba para mirarte!!
Se reúnen en grupito en un lateral del escenario, no para decirte barbaridades ni hacerte gestos obscenos como los integrantes del sexo masculino, sino para realizar una radiografía de todo tu cuerpo, criticar la ropa, el pelo, buscar la supuesta celulitis y reir cuchicheando constantemente para que te sientas incómoda.
También aquí el tema es distinto según las edades...inofensivas en la edad del pavo (normalmente admiran a la cantante y les gustaría ser ellas las que están encima del escenario), peligrosas rondando los 30 por envidiosas e inseguras y maravillosas en la edad mediana porque empatizan con lo que sufres y juzgan solamente tu trabajo.
La base de lo que ocurre en ocasiones en una verbena, es la misma que en cualquier otro aspecto de la vida: el respeto, o mejor dicho, la ausencia de él.

Por el simple hecho de estar en un escenario las personas han de soportar cosas que serían impensables e intolerables en cualquier otro trabajo.... ¿por qué esa obsesión por subirse al escenario con el vaso en la mano, o pretender quitarte el micrófono para cantar? ¿por qué esa necesidad de decir animaladas cuando ya tu horario se ha cumplido y te vas a tu casa como todo hijo de vecino cuando ha terminado su jornada laboral? ¿por qué tanto enteradillo delante del escenario poniendo cara de que sabe más que tu o intentando ridiculizarte? ¿por qué tanta palabra fea sin sentido? Es triste a veces ver y oir algunas cosas...
Y sobre todo es complicado ser mujer en algunos trabajos y cantar en una orquesta es uno de ellos. Yo misma tuve que escuchar comentarios (hablo del año 1993 y de  una orquesta con tradición, prestigio y disciplina militar en la que era impensable la contratación de una mujer, más bien una cría...) sobre que era una mala idea, que no iba a encajar en aquella formación, y la famosa "vai desfacer a orquesta" que tantas veces acompaña a las cantantes.
A nadie le extraña hoy una mujer en el escenario de una orquesta pero durante muchos años eso no era tan común. Aún así, resulta irritante que todavía hoy, los tópicos, los prejuicios, las suspicacias y los cotilleos continúen siendo más de lo mismo.

Me gustaría que estas palabras sirvieran como prueba de mi admiración a las mujeres (no todas son cantantes) que se suben a los escenarios en las orquestas. Unas cuantas son amigas mías, luchan por hacer bien su trabajo, porque se las respete como profesionales y por defender su dignidad como mujeres. Están en el punto de mira desde que entran en la fiesta hasta que se van, su trabajo se mira con lupa y se les exige una imagen a prueba de bomba... por no hablar de la paciencia infinita que necesitan en determinados momentos.  El deseo de arrear una buena patada en la boca a más de uno en ocasiones es difícil de contener...o al menos para mi lo era.

Si alguna vez vais a una verbena (solos/as o en compañía de otros/as) y os invade el gusanillo de la crítica feroz, el cachondeo subido de tono, el grito soez, o la sentencia sin juicio previo... confío ciegamente en que sabréis lo que hay que hacer: un guiño de complicidad y a disfrutar la noche!!!!


sábado, 28 de julio de 2012

Las orquestas parte II: Las comisiones de fiestas y la gata Flora.

Por si alguno de los que me leéis no conocéis el dicho, os resuelvo la duda: La gata Flora, si se la metes grita y si se la sacas llora... 

Es una de las frases míticas del gran Pibe (DEP) que quizá conocíais. Era un músico y arreglista estupendo, de carácter fuerte y espíritu libre con quien tuve el placer de trabajar y aprender unos cuantos años. Tenía un repertorio variado de expresiones ingeniosas importadas de su Argentina natal o de cosecha propia que pronto se convirtieron en parte de nuestro vocabulario, del mío especialmente.

Quizá el dicho de la gata no se caracteriza por su finura, pero tiene la virtud de que sirve tanto para un roto como para un descosido....Algo así, como "decídete ya, que pareces la gata Flora"

Pues algunas "comisiones de fiestas" (y hablo en general) son un poco así. A lo largo de mis años en las orquestas, me he encontrado con personas que nunca habían sido nada relevante en su vida y de pronto tenían un "cargo", presidente de comisión de fiestas, y se comportaban como si fuesen ministros... Era de risa. Aún no habíamos bajado de la furgoneta y ya tenían mil cosas para decir, instrucciones que dar y cosas que criticar. Si había más personas delante observando su labor, la cantidad de inconvenientes, reproches e incluso amago de bronca, aumentaba cuantitativamente...

Los miembros de las comisiones, a veces, son fácilmente identificables. Llevan las camisetas del mismo color con frases presuntamente ingeniosas, curran como locos en el chiringuito, piden canciones, pretenden contarte con todo lujo de detalles lo que han trabajado para conseguir el dinero que le van a pagar a la orquesta y a última hora les encanta subirse al escenario. En muchas ocasiones, prácticamente la mayoría, son dignos de admiración y respeto... Pero otras veces....lo que te apetecía en realidad era recoger el telderete, subir a la furgoneta y decir aquello de "toca tu".

Mis dos primeros años en Los Satélites fui una simple observadora en lo que se refería al trato directo con ell@s. No tenía ningún protagonismo en el sentido de ser una cara identificable a la que pudieran dirigirse para presentar una queja/petición formal. Era joven, cantaba bien, cumplía, pero no sabía bien el terreno que pisaba ni me implicaba más de lo necesario en ese tipo de labores de "relaciones públicas" aunque he de decir que con el paso de las temporadas eso evolucionó y mucho. El que llevaba ese peso a su espalda eran Lenny y Saavedra, claro. Realmente era duro lidiar con según qué tipo de personas que además, tenían una imagen de la orquesta a priori nada favorable: clásica, repertorio aburrido, mucho instrumental, poco dinamismo y un largo etc.

En el año 1994, las fiestas no eran lo que son ahora en muchos sentidos pero sí en la responsabilidad de hacer tu trabajo bien, día tras día, sin fisuras, con la cruz (hermosa, pero cruz al fin y al cabo) de estar donde estás y la obligación de defenderlo. En muchos casos, las comisiones de fiestas no te lo ponían fácil. Ahí van unos cuantos ejemplos de lo que es comportarse como la gata Flora.

Nada más llegar, te abruman con la exigencia de que hoy lo hagas igualito que hace 15 días porque te vieron no sé donde y arrasaste....No vaya a ser que en su pueblo no te esfuerces lo suficiente o no seas una máquina perfecta.
Otra muy común era citarte qué temas no debías tocar porque "a la gente no le gustan, son instrumentales y se aburren"- se justificaban- Luego, bajas del escenario y el público te pregunta por qué no las tocaste.

Y es que, entre los miembros de una comisión de fiestas es habitual que haya un supuesto entendido en música cuyo abuelo, o padre o hermano fué músico hace no sé cuántos años y se siente legitimado para opinar como si la orquesta fuese suya.
 
Una de los comportamientos que me ponía de los nervios era el comentario burlón "estos non son os Satélites de antes". Mi respuesta, a medida que pasaban los años y los escenarios me fueron curtiendo se hizo más tajante: "Señor, usted se jubilará, ¿verdad? Pues los músicos también". Incluso algún día de esos en los que el cable se me cruzaba irremediablemente solté, con mucha ironía, que hasta los músicos tenían derecho a morirse.
 
La cuestión de los horarios siempre ha sido conflictiva...Nunca tienen claro lo que quieren e incluso dependiendo del escalofón de tu interlocutor la versión cambia. Lo de ir tocando para que la gente te oiga y vaya saliendo de su casa es un clásico cuando el lugar de la fiesta está un poco alejado de las casas...jajaja. Suerte para nosotros que podíamos divertirnos interpretando temas preciosos con grandes arreglos  y mucho trabajo de ensayo que casi nunca se tocaban porque "no se los vendíamos a nadie", expresión cuya traducción es que el público no los escucha o se queda indeferente y por tanto, no sirven. Y había unos cuantos maravillosos que sonaban....buf, espectaculares.
 
El tema dedicatorias de canciones o lectura de carteles de fiestas, matrículas de coches y otros menesteres también es ejemplo claro del mal de la gata Flora que afectaba a muchas comisiones de fiestas aquellos años. Uno de sus miembros te indicaba que nada de parar la fiesta para esas cosas...Y luego otro se acercaba al escenario gesticulando como un poseso porque no leías la nota que te había dado hacía un rato. Ni que nosotros fuésemos adivinos y supiésemos que la nota venía de los "jefazos". Si es que donde mandan muchos...

El trato directo con los miembros de las comisiones de fiestas ha cambiado (como casi todo) a lo largo de los años, y en muchos casos ha sido para peor. En esta cuestión muchos músicos, cantantes, montadores etc. deberían entonar el mea culpa porque de la buena voluntad de muchos cuando se tocaba en su fiesta, abusaron unos pocos y alrededor de las orquestas se fué creando una leyenda negra (quizá merecida en algunos casos) que salpica ya a generaciones posteriores  que la sufrimos injustamente y que ha derivado en frialdad, desconfianza y a veces actitudes prepotentes de "yo pago, yo mando" difíciles de comprender.

Las comisiones de fiestas las forman un grupo de personas, que se esfuerzan para hacer de sus días los mejores de la comarca y rivalizan con pueblos o parroquias vecinas en orquestas y cantidad de días de fiesta. Se pelean (en sentido figurado) con representantes de distintas oficinas que los vuelven locos porque una cosa es lo que la comisión quiere comprar y otra lo que los "tratantes de orquestas" pretenden venderles. También luchan con sus propios vecinos y la rumorología de lo que hacen con el dinero de la parroquia, si lo emplean bien o se van de cena; tienen sus más y sus menos con los que montan el bar u otros chiringuitos, los metros que ocupan y lo que pagan; tienen disputas con las orquestas (el lugar en el que se pone la mesa de sonido es un clásico) que hay que reconocer que también incordian lo suyo y finalmente la madre de todas las batallas...la climatología. Y es que, en nuestra Galicia, aunque sea 25 de julio y Santiago Apóstol sea el patrón de España, puede que llueva a cántaros y todo se vaya a la mierda.

Está claro que para formar parte activa de una comisión de fiestas hay que tener mucha gana de lío, de quebraderos de cabeza, de afán de protagonismo o simplemente amor por la parroquia  y sus tradiciones para embarcarse en semejante locura. Yo he vivido fiestas en apariencia muy pequeñas, en lugares bastante remotos (una loma con cojones que ya habréis leido la parte I de esta historia y somos colegas y compartimos terminología) en las que no te explicas cómo cuatro casas pueden pagar una orquesta de las caras un sábado de agosto y empiezas a comprender el esfuerzo que supone implicarse para "facer a festa".
A pesar de que, por supuesto, hay muchas fiestas que organizan y pagan (tarde, mal y arrastro por cierto) los ayuntamientos, el grueso de las fiestas de Galicia son obra de la locura de las comisiones de fiestas. Y gracias a esa locura viven muchas familias.

No olvidemos que las fiestas de unos son el trabajo de otros.

sábado, 21 de julio de 2012

Momentos de playa.

Durante una etapa de mi vida que algunos conocéis no pisaba la playa más que en días muy contados por aquello de los horarios, el cansancio y la obsesión por cuidar la garganta. Sin embargo, me encanta y muchos recuerdos de mi infancia están asociados a ella. Por suerte, desde hace algunos años las cosas han cambiado y puedo ir a la playa prácticamente cuando me da la gana y el clima de nuestra maravillosa Galicia lo permite...

Me considero una persona extremadamente observadora... y las diferentes escenas que se contemplan  en la playa dan para mucho...así que hoy me apetece dedicar este comentario a los grandes momentos que nos depara una tarde cualquiera en una playa cualquiera.

Lo primero que debemos diferenciar para que estas letras lleguen a buen puerto es la compañía con la que vamos a la playa; nada tiene que ver una tarde con las amigas, tiradas al sol rajando sin parar, una tarde con la pareja charlando o durmiendo, según las necesidades de cada uno y...lo más de lo más...una tarde de playa con niños!!! Por ahí va la cosa...

El gran momento de playa comienza en cuanto aparcas el coche...más que nada porque hay que salir y cargar con los trastos hasta un lugar en la arena acompañada de dos niños (una de 12 y uno de casi 5) en cuyos planes no está ponértelo fácil. Se pelean, gritan y corren sin control...Pero lo cierto es que también se ríen así que hago la vista gorda y solo lanzo al aire una advertencia en tono grave: "cuidado que vienen coches". Cuando decidimos el sitio en el que nos asentaremos (porque lo nuestro parece un asentamiento de colonos judíos en la franja de Gaza) llega la primera dificultad de las próximas horas: pinchar la puñetera sombrilla. 

Si, los tiempos en los que iba a la playa ligera de equipaje y la sombrilla era considerada cosa de viejas han pasado a la historia. La sombrilla es imprescindible. Ese punto no admite discusión. Y ponerla en la arena parece algo fácil...pero no es así en absoluto. He observado que esa suele ser tarea de hombres....debe ser por lo de la fuerza bruta. Ellos se esfuerzan en colocarla de tal forma que no la derribe ni un tsunami y ellas (nosotras, las mujeres) nos limitamos a dirigir: "no, más a la derecha...bueno ahora ya está..déjala así...ahí no se va a aguantar..." y un sinfín de quejas bien intencionadas hasta que nos miran a punto de estallar, empapados en sudor y maldiciendo el momento en el que se apuntaron  a la excursión playera.
Es muy femenino eso de decirles (a nuestros respectivos) que hagan algo para a continuación estar supervisando cada movimiento cual mosca cojonera y casi nunca conformes con el resutado final. Esa frase de mi madre de "máis vale facelo que mandalo" cobra sentido en éste y otros muchos momentos.

El momento "échate crema" es uno de mis favoritos....Casi ningún miembro del sexo masculino se da crema protectora por iniciativa propia y a sí mismo. Y cuanta más edad...peor. Ellos están en su silla o en la toalla y somos nosotras las que insistimos "te vas a quemar...pero hombre, qué trabajo te cuesta echarte un poco en los hombros...después te quejas..." y bla bla bla. Y al final, nos levantamos nosotras para untarlos de arriba a abajo con esa sustancia pringosa que tanto les incomoda sentir en sus manos, pero que adoran notar en la espalda acompañada de un sutil masaje...

Y qué decir de los juegos en el agua con nuestros niños....(que también son los suyos a pesar se que en ocasiones se nos olvida). La estampa es más común de lo que pueda pensarse. A muchas mamás les falta girar la silla y dar la espalda a lo que ocurre en la orilla.. Y es que, reconozcámoslo...ellos son más osados y por qué no, más divertidos que nosotras a la hora de jugar en el agua con los niños. Y lo que para ellos es un rato de recreo, de risas sin normas, para nosotras respresenta un posible peligro. Si en el grupo playero hay más de una mamá "sufriendo" las aventuras acuáticas de padre e hij@, la conversación gira en torno al poco sentido común de los papás...que si son brutos, que si un día tenemos un susto, que si va a acabar llorando el niño...

La merienda es otra fuente inagotable de conflictos: ellas empeñadas en secarlos con mimo, ponerles otro bañador y sentarlos al sol en una toalla sacudida mil veces para que no coman con frio. Ellos erre que erre que van a tener calor y que se sienten debajo de la sombrilla. Y si la merienda la comparte una pareja... otro momento en el que asoma cierta tirantez "pásame la fruta...te olvidaste el cuchillo...la coca cola está demasiado fría...por qué no metiste más yogures... pues haber llenado tu la nevera..." y el tono se eleva hasta entrar en un dinámica de reproches que culminan en un malestar que a punto está de fastidiar la tarde.

Y, ¿que opináis de ese trance doloroso que supone que un hombre quiera guardar sus llaves, cartera o lo que sea en nuestra bolsa de playa de diseño moderno y colores alegres y lo revuelva todo? Algunos ya llevan su propio macuto (los menos) lo cuál es un alivio, pero yo he presenciado desde la distancia, cómodamente sentada en mi silla, alguna situación tensa, provocada por un "no encuentro la llave del coche...no cierras la cremallera y ahora está todo lleno de arena...te dije que lo guardaras en el otro bolsillo no en éste..."

El momento pelmazo es un clásico: "báñate cariño...si está buenísima, no sé para que vienes... solo un ratito para refrescarte..." que enlaza inevitablemente con el momento hacerse el gracioso, cuando te salpica o te da el temido abrazo del oso recién salido del agua. Si la chica en cuestión se enfada es una sosa y encima tendrá que aguantar un sermón aburrido sobre el sentido del humor del que carece y que es tan importante para vivir. Todo ello desde el punto de vista del energúmeno que monta un pollo cuando le interrumpen la lectura del Marca con una llamada de móvil...

Y ahora llega mi momento, es decir, cuando soy yo la que da que hablar en la playa con mis dos niños, colorada como un tomate (con lo mal que llevo el calor) pidiendo paciencia a los dos, que reclaman atención al unísono y sin dejar de pronunciar la palabra mágica que todo lo puede: mamá...
Mamá los juguetes, mamá quítame los zapatos, mamá dame mi libro, mamá no encuentro la toalla, mamá quema la arena, mamá quiero bañarme, mamá pisé una piedra, mamá la merienda...Y yo, cuento hasta cincuenta y sigo a lo mío porque acabamos de llegar y todavía he de desplegar en la arena una infraestructura digna de las obras del AVE. Admito que, a veces, la cuenta se interrumpe con un "¡esperad un momento, coño!" en un tono más que alto que, automáticamente, hace girar hacia nosotros las cabezas de quienes nos rodean pero que es muy efectivo.

Es duro ir a la playa con niños..,
En mi caso, procuro no molestar, incluso si puedo elegir, intento situarme al lado de más gente con niños y no de parejas acarameladas o matrimonios de edad avanzada con cara de pocos amigos que no se miran ni hablan en toda la tarde y que cada vez que abren la boca es para no estar de acuerdo en nada.
Insisto a mis hijos en que hay más personas alrededor, que la playa nos pertenece a todos y que el respeto no es negociable. Trato de que no pisen pies o toallas ajenas, le den a alguien con la pelota o salpiquen arena jugando con el cubo y la pala. Cuando, inevitablemente sucede, les reprendo y explico por sexta vez cómo han de comportarse y por qué. Y, por supuesto, pido disculpas.

Hay quien te comprende, sonríe y le quita importancia con la expresión tan socorrida de "son niños" y hay quien te mira como si fueses una delincuente por el mero hecho de haber tenido hijos y casi te hace sentir que deberías vivir recluída hasta que cumplan 18 años.

Pero lo cierto es que los adultos en pocas ocasiones son un buen ejemplo.
Pretenden dormir una siesta placentera y sin interrupciones olvidando que no están en la cama de su casa. Fuman y entierran las colillas bajo la arena y hablan a gritos. Corren como posesos hacia el agua para hacerse los tarzanes, llevándose por delante niños pequeños que juegan en la orilla, o meten a sus perros en el agua a cualquier hora del día...Y, lo reconozco, me resultan insoportables los que se dan largos paseos de lado a lado de la playa, con paso militar y cara de concentración absoluta y que son incapaces de desviarse de su ruta ni aunque tropiecen con un ejército. Ah!!! Y casi siempre nos encontraremos alguna escena apasionada  en el medio y medio de la playa...ellos lo disfrutan y la que escribe contesta a las preguntas que las posiciones y actitudes generan en nuestros niñ@s

En fin, que somos animales de costumbres y que rápidamente nos adueñamos de un espacio público utilizándolo como propio. Y así nos luce el pelo en estos momentos, (pero ese es otro tema).

Pese a todos los inconvenientes (de la vuelta a casa y la arena en todos los rincones imaginables hablaré en otra entrada), los días de playa con niños son maravillosos...Ellos sí que saben disfrutar sin complicarse,   sin desperdiciar su tiempo en cosas triviales y sin irritarse a cada minuto, salvo causa justificada. Por ejemplo, que otro niño le quite sus utensilios para construir castillos o diques de contención, que alguien pise sus flanes, se meta en el agujero secreto cavado en la orilla o le salpique mientras intenta rescatar la pala del agua... Todo lo demás son nimiedades.

Tendríamos que aprender de su manera sencilla de ver la vida, pero no voy a ser demasiado severa. Para justificarme y justificarnos un poquito diré que bajo un sol de justicia todos cometemos errores...


domingo, 15 de julio de 2012

Vivir para contarla: mamá libre!!!!

Gabriel García Márquez es mi escritor de cabecera por decirlo de algún modo. Es ese autor al que nunca te cansas de leer. Me fascina y siempre descubro cosas nuevas, aún en libros cuyos párrafos me sé casi de memoria.

Esta semana he podido releer bastantes cosas y una de ellas ha sido "Vivir para contarla", algo así como las memorias de Gabo, un recorrido por su infancia y juventud, un libro en el que se van destapando acontecimientos reales o imaginarios y que reconoces al instante porque ya los has vivido con anterioridad en sus escritos. Es un viaje alucinante que te ayuda a comprender mejor y valorar más, si es que eso es posible, el universo de García Márquez y  reedescubres aquellos pasajes que prácticamente habías olvidado de sus obras maravillosas. No sólo lo he leído por segunda vez, es que he podido hacerlo en momentos elegidos al azar, en lugares dispares, con música o en absoluto silencio, antes de dormir, al despertar, en la playa, en mi salón...en fin, os podéis imaginar que ha sido una auténtica gozada.

¿Y cómo se ha producido ese milagro? Pues porque he tenido exactamente dos días y medio exclusivamente para mi...¡¡si!! acepto felicitaciones, pirotecnia e incluso comentarios envidiosos.
Quizá parezca intrascendente lo que digo, pero yo lo he vivido con una satisfacción enorme, quizá por ser algo que parece inalcanzable desde hace unos años. No se puede leer a García Márquez y disfrutarlo con interrupciones, leyendo a ratos de manera forzada porque es el minuto que tienes. Al menos, yo no puedo...Para mi leer, sobre todo si es algo que me gusta mucho, es un ritual sagrado que necesita de determinadas condiciones para que sea placentero. Sino, es otra cosa: devorar páginas, entenderlas y asumirlas, pero sin verdadero disfrute....

Estos días "libres", lo han sido de verdad. Sara se fué a un campamento el domingo pasado y a Sergio lo "embarqué" rumbo a Priegue (Nigrán) con sus abuelos paternos un par de días después. Aún a riesgo de que se me entienda mal, digo abiertamente que la sensación de liberación ha sido brutal...como si hubiese recuperado una parte de mí misma que peleaba por no dejarse ahogar.

Voy a confesar que además de cultivar mi faceta lectora, me he permitido dormir sin horario, no comer o comer bocatas, ir a las rebajas sin prisas, caminar por la calle paseando, sin vigilar mi espalda, los laterales y los ángulos muertos buscando al enano de casi tres años que se para en todas partes o anda en dirección contraria; tomar un vino en una terraza, en silencio, solo contemplando el horizonte y sin que me aturda con su conversación una niña de 10 años que le saca punta a todo y sin el estrés de salvar cada 5 minutos el vaso de zumo de su hermano de romperse en el suelo.
Mi casa se ha mantenido en estado de revista tres días y hasta se podía avanzar por el pasillo sin esquivar dinosaurios, coches o piezas de construcción.
Me he permitido elegir la ropa y el calzado que ponerme para salir a la calle por las mañanas con tiempo suficiente, e incluso probando varias versiones. Todo ello, con tranquilidad, sin tener que aparecer en el salón en ropa interior o con un solo zapato para intervenir en una disputa. Ni que decir tiene que he aprovechado para comprar una crema hidratante que promete maravillas y que elegí en el paraíso de las perfumerías y después de una deliberación larga, larga...
Me he hecho manicura y pedicura que, espero, me dure otros dos meses o más y he entrado en mil tiendas para no comprar nada, solo para experimentar lo que se siente mirando por mirar, sin quejas ni brazos tirando de ti para salir a la calle en dirección al parque más cercano.

En resumen que he gozado de la soledad que me encanta, me llena y le hace mucho bien a mi salud mental desde que era una adolescente. Aunque lo cierto es que el efecto me duró más bien poco...

Para ser sincera  en cuanto se terminó la primera tarde de libertad se rompió el hechizo porque enseguida me agobié pensando que si la noche estaba tan fresca, Sara quizá tendría frío en su tienda metida en el saco...o los mosquitos... que la pobrecita tiene en común conmigo que la abrasan sin piedad, o si no hace migas con sus compañeras de tienda, o no se echa la crema y se quema, o se marea en el barco en la excursión a la isla de Ons...en fin, toda una retahíla de infortunios que podrían amargarle el campamento a mi artista...
Nada más lejos de la realidad, o lo que es lo mismo, paranoias típicas de mamás. Una de las notas distintivas del carácter de Sara es su capacidad de adaptación, además de ser una niña alegre, sociable, inteligente y llena de energía. Creo que ninguna de las  chorradas que a mi se me han ocurrido serían capaces de pararla. Y, por supuesto, así ha sido.

Con respecto a Sergio la cosa fué más tranquila...al fin y al cabo estaba con sus abuelos que es la mejor opción para un niñ@ si no están sus padres y su ausencia era más corta. Aunque bueno, la llamadita de rigor para saber si hizo caca no la puedo evitar. Menos mal que la madrina del niño me conoce y me mantiene al tanto de sus deposiciones. Y porque no pido detalles de la consistencia y el olor sino también me los darían...jajaj.

La conclusión es que los eché de menos como era de esperar pero tampoco tanto....y creo que eso es sano para mí y para ellos.

Cuando esta mañana fui a recoger a Sara al campamento, mientras caminaba hacia el lugar donde estaría ella, sentí el corazón latiéndome fuerte con una emoción enorme, esperando el momento en el que me viera entre la gente y se le iluminaran los ojos....
Para nada fue así...se le iluminaron, si, pero cuando vio a su hermano. A mi me hizo un gesto más bien soso con la mano y desapareció entre sus nuevas amigas que le firmaban la camiseta, le pedían el correo electrónico o el teléfono y la abrazaban con cariño.
La verdad es que la ingrata pasó de mi totalmente, pero no me sentí rechazada ni triste ni siquiera desilusionada. Mi primer sentimiento fué de alivio mientras la observaba integrada  y contenta. El  segundo fué  orgullo porque su primera sonrisa había sido  para su hermano.

Pero la sonrisa tuvo una duración breve: al regresar hacia el coche se produjo ya el primer altercado; ella mandando y queriendo dirigirlo, él protestando e intentando empujarla y yo con un grito pidiendo paz.... Una madre también de regreso hacia el coche que pasó por nuestro lado me miró resignada sonriendo y dijo: "volvemos a la rutina". Y yo le contesté: "Por suerte."

Y sí que volvimos...con todas las consecuencias. Una de ellas, un viaje de vuelta que termina en dolor de cabeza porque Sara no para de hablar...pero bueno, para compensar, una de las cosas que me dijo como solo ella sabe hacerlo fue: "cuánto te quiero y cómo te eché de menos, mamá...".

¡¡¡Será falsa la tía!!!

lunes, 9 de julio de 2012

El aburrimiento.

Definición de aburrimiento de la Real academia española:
Cansancio, fastidio, tedio, originados generalmente por disgustos o molestias, o por no contar con algo que distraiga y divierta.

Impresionante lo mucho que se puede decir en tan poquitas palabras...Hoy ha sido (bueno todavía es, para mi) el día que refleja a la perfección esa palabra: aburrimiento.
Seguramente soy una ingrata que no debería quejarme porque hoy es domingo y tengo todo el tiempo del mundo para dedicarme a.... ¿hacer lo que quiero hacer? No. ¿hacer lo que debería hacer? No al cuadrado. Pues eso, a no hacer nada que es lo mismo que aburrirse...y ese aburrimiento excesivo  deriva en tedio y finalmente en el fastidio total. 
Y que vaya por delante que a mi, el arte de no hacer nada me encanta y además se me da bien. Pero cuando yo quiero, no cuando la pereza, el hastío y la tristeza me empujan...Creo que he dado en el clavo, la tristeza.
Un momento, voy al diccionario....Buf, el castellano es maravilloso: demasiados sinónimos y matices para una misma palabra. Y yo no estoy afligida, ni melancólica, ni apesadumbrada, sencillamente siento tristeza pero no estoy triste.

Empiezo a estar preocupada, no le pillo el punto a lo que quiero explicar...pero tampoco me extraña...
Deber ser el tiempo...o al menos esa es la excusa que utiliza todo el mundo para los estados de ánimo inexplicables y que nunca son felices. La niebla nos afecta a los huesos, las tormentas nos producen dolor de cabeza, el calor una mala leche considerable y la lluvia apatía...
Pero si reflexionamos un momento, debemos reconocer que todos sabemos describir por qué nos sentimos felices pero pocos de nosotros acertamos a explicar la razón de nuestra tristeza. Porque cuando hay un  motivo identificable, es decir, una pérdida familiar o amistosa, un disgusto laboral o económico...en fin, ese tipo de cosas reconocibles, nos producen sentimientos de dolor,  preocupación, pena o incluso ira.  Sin embargo, la tristeza, al menos para mi, es algo mucho más profundo y difícil.
La realidad de este día es que no me ha dado la gana de despertar y sentirme a gusto conmigo misma, sonreir y concentrarme en las cosas que me ayudan a estar bien.  Al contrario, he permitido que la tristeza caiga sobre mi como una losa que me impide caminar, me crea una angustia que dificulta la respiración y una sensación de no-alegría que me enreda más y más hasta que me creo que es cierta... La tristeza es tan relativa como la vida misma y a no ser que te invada por completo y te paralice tiene cura. Solamente hay que esforzarse un poquito... A ver...dejar de bostezar, levantarse del sofá, arreglarse con cierto mimo, vestir a los niños, preparar meriendas y venga...a la calle como rayos, a buscar un plan divertido, una tarde de parque o de playa, el cine, o a visitar monumentos... Si por el camino te apetece llorar...pues a tragarse la sensación y mirar al frente.

Sin embargo, hoy, ha ganado ella. Y por goleada...Menos mal que la guerra es larga y la frase a la que recurro cuando mi neura interior está rozando un límite imposible suele darme resultado. Es, quizá lo suponéis, el título de este blog : "Mañana será otro día"

lunes, 2 de julio de 2012

Las orquestas parte I : Cómo se llega a una fiesta.

Pues a eso voy directamente, a dar una clase magistral sobre cómo se llegaba a un lugar, a una fiesta en concreto, cuando los GPS y los móviles todavía no existían o los tenían personas muy determinadas entre las que no nos encontrábamos nosotros.
Los primeros años en la orquesta teníamos dos furgonetas y durante algún tiempo yo viajaba en mi coche, pero luego la cosa se unificó y compartíamos una sola, un poco cutre al principio pero ya más moderna y cómoda hacia mis últimos años.

Una de las cosas más surrealistas que he vivido buscando "el campo de la fiesta" ocurrió camino de una actuación situada en un lugar mal comunicado, de carretera estrecha y sin ninguna señalización. Entre nosotros, cuando el lugar al que íbamos a tocar estaba alejado de la civilización, solíamos clasificarlo de dos formas: o era una "loma" porque, al menos, había un bar-taberna-tasca-tienda que tenía un baño y café caliente o una "loma con cojones" cuando eso ya ni exisitía y el chiringuito de la fiesta era el único lugar al que acudir cuando bajabas del escenario. Por lo tanto, a mear de campo y tomar el café de vuelta a casa.

Era bastante típico discutir entre todos si íbamos bien, si nos habíamos pasado, si había que girar a la izquierda, o había que parar a preguntar....Ese era el gran dilema cada uno de los días en los que la fiesta no era asfalto: preguntar...¿a quién? pues por pura ley de Murphy a cuatro personajes diferentes, todos ellos catalogados por una servidora con la estimable ayuda de algunos compañeros, cuya conclusión tras un estudio exhaustivo y desde el más profundo respeto, es la siguiente: 

1º.- El listillo, es decir, el que va caminando por la cuneta acompañado de dos o tres personas más, les deja que te indiquen y cuando terminan interviene para decir que no, que por ahí es más difícil, que no conocemos la zona y que mejor por el lado contrario.
2.- El desorientado: este es un personaje ante el cual era difícil aguantar la risa: atención a su repertorio: "ti ves aquel ramal á dereita...pois ese non o collas...despois hai unha curva a esquerda e polo seguinte cruce non vos metades, polo outro...", todo ello indicándote con la mano la dirección contraria de la que te dicta verbalmente.
3.- El turista, que en un perfecto acento vasco o madrileño te dice que él no es de allí, que sus padres si pero que ya no recuerda nada....
4.- El pelma...es el que te interroga a ti, te cuenta su vida, te menciona cualquier detalle sin importancia sobre el itinerario, incluidas las piedras que hay en el camino y no te deja arrancar la furgoneta cuando ya le has dado las gracias porque está apoyado en la ventanilla dándote conversación haciéndose el simpático.

Pues bien, volviendo al momento surrealista del que os hablaba, viajando un día hacia una fiesta con pinta de "loma con cojones", Saavedra, jefe y chófer experto, se empeñó en que no era necesario preguntar, que bastantes coches iban en nuestra misma dirección y que con total seguridad se dirigían a la fiesta. Recorrimos unos kilómetros cuesta arriba y por carretera estrecha siguiendo a unos cuantos coches a treinta por hora en nuestra flamante furgoneta rotulada con el nombre de la orquesta. La cosa se puso al rojo vivo cuando llegamos a nuestro destino: ¡¡¡un entierro!!! Las carcajadas se oían aún con las ventanillas cerradas y maniobrar en aquella carretera para dar la vuelta era bastante difícil, con coches aparcados a ambos lados y el chófer reventado de la risa. Esto fue, desde luego, el number one de las llegadas a las fiestas.

Otra situación que se daba con bastante asiduidad era entrar por dirección prohibida o apartar vallas de señalización y parar en seco al encargado de turno que venía a echarte la bronca con un estándar: "somos de la orquesta" lo cual para nosotros significaba que podíamos aparcar casi donde nos diera la gana. Y al hacerlo, pues como los hombres (y una mujer) de Harrelson, bajando uno por uno, con la mochila o abriendo el bocata, bostezando, con el instrumento, la inefable funda de la ropa para el escenario, una chaqueta porque aunque salimos de casa a 30º en el interior de Lugo ya refresca... y una mirada alrededor para intentar adivinar el tipo de fiesta y por tanto de público, que nos íbamos a encontrar.

Y el colmo de la desorientación ya era fiarse de las luces que se colocan en los pueblos, o la megafonía de Radio Pérez.... Os explico. Una orquesta puede ir a tocar a una determinada parroquia que comparte nombre con otras 5 o 6 y que sólo se diferencian por el santo que acompaña ese nombre. Por ejemplo San Julián de Meis, San Pedro de Meis, San Martiño de Meis... y encima están bastante cerca unas de otras. Si tienes suerte y los vecinos se llevan bien te lo explicarán sin problema....Si no, tal vez te digan algo como "son os de alí abaixo" señalando hacia un punto en el infinito. El faro que nos orienta para llegar al escenario suele ser la iglesia parroquial, situada en el alto, en ocasiones incluso la veíamos desde la furgoneta mientras dábamos vueltas y más vueltas tratando de guiarnos por las luces colocadas en la entrada de cualquier cruce, el campanario de la iglesia y la música de orquestas que suena por la megafonía de Radio Pérez u otro similar y que el viento lleva y trae en distintas direcciones. Una verdadera odisea para llegar hasta la verbena y normalmente otra para irte...

Cuando las fiestas son en lo que nosotros denominamos asfalto, la cosa cambia y es, aparentemente, más sencilla. Las ciudades, pueblos, villas... aparecen en los mapas y llegas a tu destino a tiro fijo y sin apenas incidentes reseñables. Como máximo algún atasco terrible porque hay desfiles o procesiones, o es la fiesta de la empanada y está todo lleno de puestos para venderla, y no consigues acercarte al lugar donde tienes que trabajar. Al final, de puro cabreo, la mayoría vamos andando hasta el escenario mientras el que conduce se desespera intentando aparcar.

Yo siempre he dicho que el horario del músico no empieza cuando se abre el telón y suenan las primeras notas...eso casi es lo de menos. El recorrido hasta que ese momento llega suele ser más aburrido, más cansado o más estresante que la actuación misma sobre todo si, por cualquier motivo, vas justo de tiempo.

Hubo una época en la que la geografía gallega no tenía secretos para mi. Y todavía conservo cierto olfato para llegar a una verbena...aunque confieso que también me he perdido unas cuantas veces.

De una de las últimas "rutas turísticas" (ya retirada) que hice para ir a ver a Javi por la zona de Redondela me rescató Sara que tiene un sentido de la orientación impresionante. Habíamos divisado ya el campanario de la Iglesia, las luces y hasta oíamos el bombo de la batería probando sonido...pero a la hora de elegir en cada encrucijada, intersección, confluencia o lo que sea de mil caminos, nunca acertaba y hasta tenía la sensación de que siempre regresábamos al mismo punto.
Tras mucha resistencia por mi parte a reconocer que estábamos en el medio de ninguna parte y ya cabreada por sus comentarios agoreros de que nunca llegaríamos a la verbena,  la dejé que me indicara paso a paso, en cada cruce, la dirección que debíamos tomar. Por supuesto, acertó, y ahora que lo recuerdo contándolo tengo la sensación de un déjà vu...
Y me veo a mi misma, hace ya más de 15 años, cómodamente sentada en un asiento de la furgoneta, protestando porque íbamos al revés y nadie me daba la razón, rompiéndole la cabeza al conductor que ya empezaba a hartarse de todos nosotros, los sabiondos recostados en nuestros asientos, que opinábamos sin parar de la ruta más conveniente, vacilando, segurísimos del sitio en el que nos habíamos equivocado . Lo que ocurría con frecuencia es que tampoco teniamos ni idea y la "bronca" que se montaba hasta llegar a la fiesta no terminaba en ese instante, sino que se prolongaba en el tiempo hasta convertirse en el tema recurrente, en la "coña" del verano en los viajes de vuelta a casa en los que, con el cansancio, aparece la risa tonta que transforma cualquier comentario en un momento de risas que pasa a la historia. Por suerte para mi, recuerdo unos cuantos de esos.


viernes, 29 de junio de 2012

Cuando yo era niña

Ayer me ocurrió una de esas cosas que te arrancan una amplia y sincera sonrisa y que obligatoriamente tuve que compartir por whats app como corresponde a los tiempos que vivimos, con los otros dos protagonistas: mis hermanos.

Los tres pasamos ya de la treintena. Bueno, uno ya sobrepasa tímidamente los 40 y yo estoy al borde...Solo el "pequeño" atisba el número de la suerte a cierta distancia.

Os cuento...Acabó el Italia-Alemania (lo sé, soy una enferma que veo todos los partidos pero éste era para estudiar bien al rival del domingo) y comenzó el momento del záping por si teníamos suerte y encontrábamos algo decente para ver antes de acostarnos. Y entonces apareció... una película en la 1ª cuyo protagonista era John Wayne y el título "El gran Mclintock"... Y ahí surgió el ataque de risa y de nostalgia.

Mclintock era el nombre en clave que Luis, el mayor de mis hermanos, utilizaba cuando jugábamos a indios y vaqueros sobre los sofás granates de material casi plástico que había en la casa de mis padres y cuyos apoyabrazos acabaron destrozados de tanto ser montados cual caballos por los intrépidos forajidos... Richard era Alberto, el pequeño, y la chica de la película, es decir, yo, se llamaba Liana. Como podéis observar los nombres eran ya absolutamente internacionales para la época (más o menos principios de los 80) y la imaginación desbordante  hacía que el juego se prolongase bastante tiempo y no nos cansáramos de repetirlo día tras día. Recuerdo que hasta las figuritas de cristal del mueble de madera oscura de los de toda la vida tenían una utilidad estupenda aparte de acumular polvo ¡¡¡Eran los chupitos de la cantina del lejano oeste!!! Si es que no nos faltaba de nada...

Uno de los recuerdos que tengo de cuando yo era niña es que teníamos pocas cosas (en el sentido material), muy pocos juguetes como tales... Lo clásico, la sillita de muñecas, la de paseo azul o roja con rayas blancas no las "inglesinas" de ahora... los balones, algún coche, las canicas, las chapas, muchas bolsas de indios y vaqueros y la bici... Nada más y nada menos. La Nancy, como era un lujo, vino más tarde, con la primera comunión, y el Exin castillos fué un éxito inesperado para los tres. También recuerdo un payaso de plástico al que había que encestarle unos aros de colores y que casi quemamos con una estufa.... No recuerdo exactamente quién fué el culpable pero seguro que yo no... 
Tuve también unos barriguitas, los auténticos, no los diseños horribles que han lanzado estas navidades pasadas, con su armario amarillo y sus perchas pequeñitas para colgar la ropa. Y un nenuco...o una imitación, no sé...

Pero éramos muy afortunados... Teníamos la suerte que todo niño desea: vivíamos en la calle...no en un parque con columpios sino en la calle directamente.

Por las circunstancias profesionales de mi padre nuestra infancia transcurrió en los cuarteles, en una época en la que había muchos niños de la misma edad con los que jugábamos hasta que casi era de noche (o sin casi) y nuestra madre nos llamaba a gritos desde la ventana un montón de veces... Íbamos al cole solos, en grupo, atravesando la "calleja" (nombre asturiano para una "corredoira"embarrada). Cuando ya era final de curso nos entreteníamos comiendo moras directamente de la planta (¡horror, sin lavarlas!)  y cruzando la carretera general hasta llegar al cole, donde hacíamos una fila sin nuestros padres observando cada uno de nuestros pasos.

Los veranos los pasábamos en la playa, dando la paliza hasta que nos permitían bañarnos y salíamos del agua con los dedos arrugados y ateridos de frío. Nos merendábamos unos bocatas enormes y mirábamos al horizonte con pánico por si mi padre aparecía después de su partida de cartas para tirarte al agua sin atender a tus súplicas y escondidos tras la espalda de mi madre por aquello de "perderle el miedo al agua".

Las cosas han cambiado mucho y supongo que así debe ser aunque creo que en algunos aspectos el rumbo es equivocado. Los niños no van solos a ninguna parte, los llevamos y recogemos a la puerta del colegio, juegan en los parques mientras les ayudamos a subir al tobogán, o vigilamos a cierta distancia si ya son más mayorcitos, por si se caen y sangran por la rodilla; bajo ningún concepto van a comprar el pan al barrio, tienen tantos juguetes que no saben a qué atender y su agenda está tan repleta de actividades extraescolares que apenas pueden jugar.

Sara, mi hija mayor, es una niña curiosa a la que le encanta que le cuente anécdotas de cuando sus tíos y yo éramos pequeños y le sorprenden muchas cosas, como es lógico. Entre las miles que le he contado hay dos que empatan entre sus preferidas.

Una es el hachazo que su padrino, Luis, me metió en la mano derecha mientras le sujetaba la rama de un pino que su mente lúcida había decidido cortar para Navidad; y otra, la bajada temeraria en bicicleta por una cuesta empinada y llena de gravilla y que terminó con Alberto y yo por los suelos: él con la cara rascada y yo con un diente roto... Todo ello unos días antes de mi primera comunión. Por menos, hoy en día la Xunta nos retira la custodia...jajaja.  

También le sorprende mucho que nosotros no íbamos a natación, ni a inglés, ni a ballet, baloncesto, pintura, música, judo etc. Simplemente jugábamos en la calle. También es cierto que cuando yo era niña y en pueblos pequeños no teníamos acceso a este tipo de actividades, porque no existía tanta oferta ni nuestros padres podrían afrontar el gasto. Y no pasaba nada. Todavía hoy me pregunto cómo llegaban a fin de mes con un sueldo y tres niños, cómo mi madre no acabó en un psiquiátrico con tres fieras a su cargo 24 horas 365 días al año, y, sobre todo, de qué modo consiguieron hacer de nosotros las personas solidarias, honestas, alegres y respetuosas que hoy somos. Al fin y al cabo, esa es la tarea más hermosa y más difícil de unos padres.

Las supuestas necesidades de los niños de hoy no son ciertas, se las crea la publicidad y nosotros mismos como padres.  Les hacemos competitivos desde que nacen: "el mío con tantos meses ya andaba, hablaba....", más adelante con las notas del colegio, los deportes y hasta los festivales de fin de curso.
Pero yo estoy convencida de que, a pesar de las consolas, el ordenador, la televisión y los móviles, los niños de ahora también adoran la calle... El problema es que, por la razón que sea, no les dejamos ser libres, los encerramos en los espacios abiertos de los parques perfectamente delimitados y les hacemos partícipes de nuestros miedos sin querer, al no permitirles poco a poco cierta independencia. Perfecta la canción de Serrat, "esos locos bajitos" para ilustrar lo que pretendo decir.

Alguna vez me han dicho que cuando uno mismo empieza a pensar con nostalgia en su infancia y decir "antes era mejor" es que se hace viejo... Pero yo no comparo para nada mi niñez con la de mis hijos, son épocas diferentes, con matices distintos y la realidad de hoy es más compleja. Pienso que los niños del siglo XXI tienen suerte en muchísimos aspectos pero salen perdiendo con respecto a nuestra niñez, en el tiempo que les dedicamos sus padres.

Mi aspiración, con respecto a la infancia de mis hijos es que, cuando ya tengan perspectiva para "juzgar" mi trabajo como madre, recuerden sus días como niños con alegría, con ilusión, sintiendo que se les quiso, se les enseñó y se les guió lo mejor que supimos.
Esa sería mi mayor victoria, que, cuando vuelvan atrás, piensen en su niñez y solamente vean luz.

martes, 26 de junio de 2012

Hablemos de amor.

Ni de coña voy a intentar definir el amor porque yo no creo que haya un solo tipo de amor incluso en el ámbito de la pareja...El amor se siente de forma diferente a lo largo de la vida, según la edad, las circunstancias y las personas. Hoy no voy a hablar sobre el amor maternal, porque necesitaría varias entradas consecutivas en el blog y unos cuantos paquetes de pañuelos de papel al lado del teclado. De esa sensación sin límite hablaré otro día. Tampoco del amor entre hermanos, hermoso y complicado, ni del amor al trabajo...que de todo hay en la viña del Señor... Lo de hoy va de amor de pareja.

La premisa imprescindible para mi es que no hay que emparejarse para ser feliz sino hacerlo porque eres feliz.

Parece lo mismo pero no lo es... porque la felicidad no viene nunca del otro, ni se puede ser feliz intentando hacer feliz a otro ni pretendiendo que el otro te haga feliz a ti. ¿me he explicado? Quiero decir que la vida de una persona no puede estar encaminada a hacer feliz a alguien o peor todavía, obligar al otro a que dedique la suya a hacerme feliz a mi. Eso, además de síntoma de una inseguridad enfermiza, es imposible de llevar a cabo.
Esperar que la otra persona se comporte igual que yo porque es lo que me gustaría o lo que considero correcto es un error que he aprendido a corregir. Los demás no son adivinos y lo que cada uno siente y el modo en el que lo siente es patrimonio personal e intransferible.
Muchas personas acusan a sus parejas de que no los quieren lo suficiente si no hacen o dicen tal o cual cosa. Lo que funciona con unos a otros les horroriza y lo que unos necesitan a otros nos parece excesivo. ¿cuánto es suficiente? ¿cómo medimos el amor? ¿en qué balanza pesamos quién quiere más a quien? ¿en qué máquina mágica metemos el alma del otro y satisfacemos todas sus necesidades? Yo creo sinceramente que hacer esas cuentas es lo de menos... Lo único imprescindible es el respeto por uno mismo y por el otro. A partir de ahí, es necesario ser generoso, entender que somos diferentes y que la entrega absoluta sólo existe si eres madre y se trata de tu hijo. El resto de los tipos de amor tienen sus limitaciones.

El secreto para que una relación entre dos personas que se quieren funcione es, bajo mi punto de vista, que ambas partes estén implicadas y no hace falta que sea exactamente al 50%. Que miren en la misma dirección hacia el futuro y evolucionen de forma paralela porque vivir en pareja es un trabajo en la máxima expresión de la palabra, desgasta mucho y cualquier error te deja en la puta calle...

Yo pienso que lo que sostiene el amor es la dedicación diaria, como en el Instituto, que si lo dejas todo para el último día es probable que suspendas o que el aprobado sea tan raspado que te obligue casi a empezar desde el principio el siguiente curso. En el amor no puedes relajarte y pensar que ya lo harás mañana... Y no, no estoy pensando en el sexo, que también...sino en los sentimientos, en los detalles desinteresados que nos unen sin palabras, en las miradas de complicidad y agradecimiento cuando comprendiste que no puedo más, en el gesto cariñoso, en el silencio en compañía...

La tarea de ponerse en el lugar del otro para intentar entenderlo es difícil de aprender, se alarga toda la vida y es dolorosa en muchas ocasiones. Pero la sensación de plenitud que se consigue va más lejos del simple hecho de querer a alguien. Tiene más que ver con una evolución en tu interior que te hace mejorar como persona y amar con el alma porque el otro, lo que siente, lo que le duele, lo que le alegra te importa y has aprendido a ver con sus ojos y sentir su alegría y su dolor como si fuesen tuyos.  
Y en ese instante descubres el daño que causas y que nunca sale gratis, pero también ves con claridad las cosas importantes que alimentan el amor: que me respete, que me desee y me valore, que trate de entenderme cuando mi carácter se pone difícil, que mire más allá de mi apariencia y mi cansancio y que cuando no acierto sonría y tenga paciencia o se vaya a la cocina a fumar un pitillo y vuelva sin rencor; que podamos discrepar sin alterarnos, que nuestras prioridades coincidan de vez en cuando, que le interese mi opinión y la tenga en cuenta, que coincidamos en el sofá e intentemos tocarnos los pies y sonreir mientras apartamos hacia los lados un par de niños que buscan un hueco entre los dos....y así hasta millones de cosas, incluyendo el sexo, por supuesto.
Cuando aprendes a ponerte en el lugar del otro, tu vida cambia; tu comportamiento no es forzado ni busca contraprestacion alguna, al contrario, es consecuencia de la visión generosa de cualquier situación. Y te sientes bien, no por el dolor que le evitas a la otra persona, sino por la paz que has logrado para ti mismo.

El amor no es sencillo porque lo subjetivo no atiende a razones y al enroscarnos en nuestra propia miseria nos olvidamos de que las cosas siempre tienen dos versiones o más y que hablando de sentimientos el porcentaje aumenta considerablemente.
Es fundamental descubrir que nuestra vida tiene sentido sin el otro, que somos dos personas distintas y que el objetivo final del camino es seguir así, independientes pero juntos, que nadie se muere de amor y que las puertas y ventanas solamente las cierra la muerte...