miércoles, 27 de enero de 2016

Entierros y más...

He visto estos días en Youtube algunos vídeos de la ceremonia de despedida de la gran Natalie Cole en Los Ángeles. 

Supongo que los "famosos" dejan por escrito o explican a sus allegados cómo desean que se les despida. He leído incluso que el marido de Céline Dion tratando de evitarle a ella todos esos engorrosos preparativos lo dejó todo atado y bien atado. 
Entre las celebridades podemos ver un acto discreto y solitario tipo David Bowie, algo ostentoso y folclórico como la Jurado o lleno de escenas desgarradoras y televisado como el de Paquirri. Por supuesto suelen ser multitudinarios porque los fans se movilizan en las redes sociales y llenan sus casas de velas, flores, mensajes y fotografías. Recordemos el espectáculo digno de un premio grammy del funeral de Michael Jackson o aquella telenovela en la que se convirtió la muerte de la Princesa de Gales. Hay tantos ejemplos como muertos famosos. Cada uno en su estilo.

La ceremonia de despedida de Natalie fue, por lo que he podido ver, acorde a su clase. Buena música, foto de un primer plano suyo sonriente en la curiosa "invitación" que se le daba a la gente cuando entraba, pantalla grande en la que se proyectaban sus mejores momentos y un buen coro gospel interpretando algunos de sus temas clásicos. Todo entre discursos breves de admiradores, amigos, familia y su voz maravillosa cantando como fondo al principio y al final del acto.

Entre los funerales de los "no artistas", pero que tampoco consideramos personas comunes y corrientes se me ocurren los denominados de Estado, si quien muere es alguien con especial relevancia política o institucional. 

Pongo en un punto distinto esas despedidas comunes y espeluznantes en lugares enormes invadidos por ataúdes colocados en fila cuando lo muertos son víctimas de un accidente, atentado terrorista etc.

Volviendo al mundo de los muertos anónimos es obligatorio citar el entierro a la gallega, es decir, mucha gente en el tanatorio que habla a gritos y lleva la cuenta de quien falta sin perder detalle de cualquier novedad morbosa sobre la causa del fallecimiento, si sufrió mucho o poco o le dio el chungo durmiendo o paseando. Me resultan peculiares esas escenas de las películas americanas en las que la gente visita a la familia del fallecido en su casa y se pone morada de comida y pasea con el plato en la mano de habitación en habitación mientras comentan la foto enorme del difunto que preside el salón de la casa.

Pero para funeral atípico el del Pibe... madre mía.

En su incineración estuvimos muy poquitos: 5 para ser exactos. Es un momento realmente triste que te obliga a enfrentarte con la realidad de lo insignificantes que somos pero al mismo tiempo el enorme vacío que dejamos en los que nos quieren cuando nos vamos. Fue emocionante, la verdad. 

El funeral en sí fue otra cosa. Todavía me muero de risa cuando lo recuerdo. Si, de risa...literalmente. 

En primer lugar, una ceremonia religiosa para un ateo confeso que solo creía en su libertad, su música y su agrio carácter que nunca escondía es arriesgado. "Yo agarro mi saxo y me voy a la mierda" era su lema.

Los que estábamos en la Iglesia ese día (menos de los que yo esperaba, por cierto, pero ése es otro tema) le conocíamos bien, habíamos trabajado bastantes años con él, algunos incluso le queríamos. Sabíamos que toda aquella parafernalia le estaba haciendo gracia o mosqueando, según el día que tuviese. Con lo bien que estaríamos comiendo un churrasco para matar el "alien" probablemente sería su comentario.

Estoy segura de que se revolvía allá donde hubiera ido escuchando desafinar al cura, que cantaba con vibrato de cabra en cualquier tono todas y cada una de las canciones que él detestaba... una por una. 

La situación era tan surrealista que a algunos nos costaba aguantar la risa. Pensábamos en él, en el gesto que pondría observando y escuchando aquel despropósito con la cara desencajada y gritando "que se cague el cantor". De hecho, una de las veces que el oficiante encargado de cantar se subió a una especie de mini escalón para alcanzar el micro y tropezó, casi se oye entre risas y murmullos: "El Pibe lo empujó". 

Saliendo de la Iglesia todos mirábamos hacia arriba temiendo que el techo se derrumbara o el suelo se resquebrajara bajo nuestros pies como castigo. Y sin mediar palabra todos reíamos... 

Esa fue la gran victoria del Pibe. 

3 comentarios:

  1. COMO SIEMPRE ESPECTACULAR,,,............

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  2. jajajajajaja......tal cual Isa, pero no era el cura el que más desafinaba, era una señora que estaba incluida en el paquete del funeral y que estuvo cantando toda la ceremonia....."me cagüen todo"....Yo créo que la frase del Pibe en ese momento era: "soldado que huye vale para otra guerra"....jajajajaja.....qué paradojas tiene la vida, y la muerte, por cierto.

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